Nymphomaniac, una odisea sexual


02 de Diciembre de 2014
por Iñaki Ortiz

Cuando estrenaron la película reducida y por partes escribí sus respectivas críticas (Nymphomaniac vol. 1, Nymphomaniac vol. 2). Ahora, después de haber visto la versión íntegra y completa, de más de cinco horas, es momento de escribir unas palabras más reposadas de la que para mí es la mejor película de 2014. Ambiciosa, toda una odisea de la vida de una mujer. Una odisea sexual.

Nymphomaniac


Nymphomaniac empieza con la pantalla en negro como anticipando una gran epopeya fílmica, con ese excelente prólogo musical de Kristian Eidnes Andersen que utiliza sonidos de ambiente inquietantes. La ligereza de una película porno está fuera de lugar desde el primer segundo, como si no fuera suficiente ya con saber el nombre del indomable cineasta que hay detrás: Lars von Trier.

No hay indicación de donde transcurre la trama, y más adelante el idioma nos dará a entender que es Gran Bretaña. Pero inicialmente, con esa introducción en el callejón, con la cámara vagando de un rincón oscuro a otro, me sitúo rápidamente. Estamos en Europa. Pero no en la Europa real, actual. No, estamos en la Europa de Lars von Trier. En Zentropa. En un lugar perdido y desubicado en el centro anímico del continente. En la vieja Europa, repleta de lugares oscuros, como salidos de una pesadilla que carga con todos los males de una sociedad enferma. En la Europa de Epidemic, de El elemento del Crimen. Y en el centro, nuestra protagonista, Charlotte Gainsbourg, hundida, tocando fondo.

Joe en el suelo

El cine de Lars von Trier es abstracto. Los personajes representan conceptos, las situaciones buscan una expresión intelectual, y la trama no persigue la coherencia ni la verosimilitud. Un caso claro es el personaje de Shia Labeouf, uno de los más importantes, que parece ser tres personajes completamente distintos (el mecánico bruto y grasiento; el oficinista sofisticado, casi afeminado; y el personaje del final, casi un villano). Además, hay algunos elementos de verosimilitud, relacionados con las casualidades que resultan improbables, incluso se hace mención expresa a ello. El autor nos lo dice, por boca de la protagonista: no tiene ninguna importancia la verosimilitud, tan solo aquello que nos aporta la historia.

Así tenemos, la primera relación entre personajes de la película, cuando Seligman (Stellan Skarsgård) recoge a la desvalida Joe. Para empezar, remite claramente a la psicoterapia, ella tumbada mientras él la analiza. Aunque también podríamos pensar en un confesor, pues las palabras de ella buscan más la redención que una cura. También se puede pensar en la figura del padre: ella busca ser juzgada severamente. Los tres puntos de vista nos ofrecen una idea de lo que vamos a ir descubriendo del personaje protagonista. Seligman representa muchas cosas, el racionalismo, el ateísmo con ascendencia judía... en muchos aspectos representa facetas del director y a veces explica cuestiones de una manera directa. Pero también cumple las veces de la figura del espectador, que a von Trier le sirve para anticiparse a las críticas (cinematográficas y morales).

La narración de Joe es un conjunto de episodios con diferentes estilos y, con distintos acercamientos al porno a nivel formal. Pero sobre todo representa los diferentes hitos en la vida de una mujer, en especial, relacionados con el sexo de manera directa o indirecta, pero no necesariamente; puede reflejar los diferentes etapas de la maduración de una mujer, siempre en abstracto, no como una vida real, coherente. Tanto se distancia de la verosimilitud y se acerca a la representación que para el episodio de Uma Thurman, uno de los más teatrales y desapegado del realismo, utiliza un scope diferente. El ancho de la pantalla es menor, señalando así un nivel de ficción mayor, como una pantomima dentro de su ya de por sí licenciosa historia.

Como en el reciente cine de Tarantino, aquí se va cambiando de género a cada capítulo. A veces con variantes del cine que gira en torno al sexo. Por ejemplo, cuando Joe empieza a tener varias relaciones en la universidad, el estilo se acerca al del porno amateur de los 90, con cámara en mano y fotografía descuidada. En el capítulo de su trabajo de secretaria hay un tono de cine erótico psicológico sutil con una estética muy propia del género en Europa en los 70, donde el juego de dominación sexual está representado por pequeños gestos festichistas, como portar la ropa o el simple hecho de conducir, así como la relación laboral. La osadía del grupo de chicas rebeldes está en la línea del porno protesta de los 60 o, en su reflejo en la actualidad que podría ser el underground radical de Bruce LaBruce. Pero también están presentes géneros menos cercanos al sexo como son el terror y el drama.

Nymphomaniac trabajando


El padre

Von Trier retrata la inocencia de los primeros pasos en la sexualidad, la experimentación naif y con ella, los sentimientos de culpa, propiciados por el personaje de la madre, que representa el puritanismo frío y distante, el de una sociedad moralizante que ha renunciado al afecto. Para compensar, un padre comprensivo y tierno, que termina por demostrar una excesiva complicidad con la curiosidad sexual de la niña, y sin que ocurra nada, crea ciertas parafilias relacionadas con el clásico complejo de Elektra. A veces son más explícitas, como cuando le sorprende y le observa, y en otras ocasiones quedan simplemente apuntadas. Por ejemplo, la escena en la que le explica las virtudes del fresno, esa madera tan dura que puede evocarnos inmediatamente el sadomasoquismo de azotes que veremos en el segundo volumen. Las varas típicas del BDSM se fabrican con madera de fresno. El padre habla con dulzura y con cariño de este árbol, apuntando así la paradójica relación entre la protección y el castigo. También en esta línea, la escena de la cuerda por la que trepa, con un inteligente y sensual plano del cabo de la cuerda bailando, que al mismo tiempo nos puede referir al bondaje y que tendrá su reflejo en cuerdas muy similares en el episodio de los azotes. En definitiva, la infancia como una época de experimentación, de primeros atisbos del placer sexual al mismo tiempo que aparece la noción de pecado. En el segundo volumen se refuerza la idea de manera explícita con las visiones y el primer orgasmo "religioso".

Joe con su padre

El episodio más macabro y sombrío es el del delirum tremens, en un siniestro blanco y negro. La figura de firme y cariñosa protección del padre se derrumba. Es significativo que tengan que atarle, lo que invierte aquello que se nos ha sugerido en los episodios de la infancia. En la versión extendida, que carga bastante el metraje en este episodio, vemos como el padre le regala su viejo calibrador. Una figura de racionalismo y solidez, que al mismo tiempo tiene las aristas suavizadas por el uso, una transmisión de las firmes manos del padre.

Él le grita pidiéndole ayuda y con ello, toda la seguridad de Joe se derrumba. Reacciona a través de la única vía de escape que conoce: sumergirse más en su adicción al sexo, entrando en una espiral oscura y morbosa de sexo en camillas de hospital -el mismo hospital en el que su padre agoniza. Para mí, el episodio con más fuerza, que acaba con la expresión más gráfica del mundo interior de Joe: una lágrima vaginal por la muerte de su padre; asociando brillantemente el placer a la tristeza. Por otro lado, el plano que da comienzo al episodio, con las palabras de La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe, con esa estética extremadamente siniestra, esa entrada en el infierno cotidiano; es el plano con el que me quedaría de esta película repleta de talento estético. Con este episodio volvemos más que en ningún otro momento a esa Europa inhóspita de von Trier que comentaba al principio. 

 

 

El machismo

No se puede hacer un retrato social de la vida de una mujer sin hablar del machismo, obviamente. La primera experiencia sexual de Joe se enmarca claramente en una visión del sexo completamente utilitaria. Un decepcionante uso por parte de esa figura del macho que no tiene ningún interés en una relación de beneficio común. Es curioso que este personaje, en principio interpretado por Shia Labeouf, toma varios roles completamente distintos en la película, como comentaba antes y en todos es una figura clave de una sociedad machista. Cómo la folla en ese primer encuentro, sin el menor interés en ella; cómo la convierte en objeto cuando es su jefe; cómo la sitúa en el rol de madre cuándo son pareja; y cómo la maltrata en último lugar. Eso no significa que no tenga también algunas actitudes comprensivas y hasta sacrificadas.

Se tratan temas como el del activismo feminista radical, en el capítulo de vulva máxima; o la conciliación familiar, cuando Joe tiene un hijo y eso la ata a una vida concreta. No nos despistemos con el sado y con las obsesiones sexuales, la idea en definitiva es que se le presupone una conducta y una atención al hijo más responsable solo por el hecho de ser mujer. Y por supuesto, la relación entre el sexo, el pecado y la culpa, un planteamiento que sería radicalmente distinto si el personaje protagonista fuera un hombre, que también podría estar atrapado en esa adicción, como le ocurre al personaje de Shame, pero que tendría una imagen ante la sociedad completamente distinta. También hay un espacio para una visión polémica del aborto, en la versión extendida, que defiende la libertad de la mujer sin dejar de mostrar el lado más oscuro. Una visión del feminismo, y del progresismo en general, sin caer en lo políticamente correcto. Y es que la dictadura de lo correcto obsesiona al director, especialmente a raíz de algunas experiencias propias. Está claro que uno de los temas de la película es su propia persona.

 

Lars von Trier


Lars von Trier

Recientemente ha concedido una entrevista que, como casi todas sus intervenciones, ha levantado polémica. Hacía tiempo que no hablaba, pero si uno presta cierta atención, en Nymphomaniac ya están los temas que después ha desvelado en esta entrevista.

En la entrevista habla de su participación en Alcohólicos Anónimos, y de cómo no es una persona que crea demasiado en los grupos. En la película sitúa a Joe precisamente en esa circunstancia, como un claro reflejo de sí mismo, con su ego y su desapego a ese tipo de dinámicas. Joe no encaja, porque él no encaja. Otro de los aspectos que trata en la entrevista es su famosa polémica con las declaraciones sobre Hitler en Cannes. En Nymphomaniac se habla del antisionismo como aspecto diferente al antisemitismo y se desprecia los eufemismos y los tabús. La secuencia del aborto que comentaba, por ejemplo. Lars grita desde su película en contra de las buenas palabras y reivindica la provocación. Su provocación. Y por supuesto, no huye de la polémica.

Hay otro aspecto interesante: las madres. En la entrevista comenta algo que ya dijo en su momento, a raíz del tema de su obsesión con Hitler, y es que quien él creía que era su padre biológico (medio judío) parece ser que no lo era finalmente. Aparte de la confusión de identidad que le pueda producir esto, es posible que haya provocado sentimientos difíciles hacia su madre. Puede que sea por eso o no, pero lo cierto es que las madres de Nymphomaniac salen mal paradas. La madre de la protagonista, estirada, insensible, severa e incapaz de demostrar cariño a su familia. Y después la propia protagonista, una madre terrible que desatiende a su hijo hasta extremos peligrosos.

Joe con su madre

También habla von Trier indirectamente de sus críticos cuando menciona a Beethoven. Se plantea que Beethoven no dominaba la fuga, pero se puntualiza que renovó la fuga y por eso los puristas le acusaron de no dominarla. Dicho de otro modo, el músico era un adelantado a su tiempo, lo que le provocó la incomprensión de algunos hacia el final de su carrera. Está claro que la consideración que tiene de sí mismo el director es esa -ya ha afirmado alguna vez "en broma" que es el mejor director del mundo. Se sitúa como un Beethoven del cine que está demasiado adelantado para alguno de sus críticos. Es probable que también se haga una mención musical a sí mismo al incluir El oro del Rin de Wagner, pues estuvo a punto de dirigir la ópera de El anillo del Nibelungo, de la que es parte. Seguro que tiene la espinita de que le dejaran finalmente fuera del proyecto. Aunque no es la primera vez que usa a Wagner, ya lo hizo en Epidemic o en Melancolía.


La música

Sigamos hablando de música, pues es un elemento muy importante en el cine de von Trier, y en concreto, en esta película. En su mayoría música clásica u orquestal. En el momento en que Joe pierde sus incentivos sexuales la música que tenemos pertenece al Requiem de Mozart: un requiem por sus orgasmos. Otro de los temas incluidos es el Waltz nº 2 de Shostakovich que seguro recordaréis de otra película que gira en torno al sexo: Eyes Wide Shut.

De la misma manera que el tema de Beethoven se explicita, tenemos toda una secuencia presidida por El Pequeño libro de órgano de J.S. Bach que trata precisamente sobre la armonía musical como metáfora de las diferentes y complementarias necesidades sexuales. También utiliza la música para hacer un guiño a su propio cine. Lo vemos en la escena del niño en el balcón, que es una referencia a una escena casi idéntica en Anticristo y para la que utiliza la misma pieza musical, Lascia ch'io pianga.


Todo su cine

Lars von Trier siempre ha sido un cineasta inquieto y eso lo ha hecho pasar por varias fases. La sofisticación técnica de sus primeras películas le llevó a un control estético artificioso y a un reconocimiento de la crítica en el que no se quiso acomodar. Demostró que en el extremo opuesto, en la aventura Dogma, también podía ser el mejor y marcar tendencia. Exploró el minimalismo más absoluto con Dogville, y finalmente, ya en su anterior película, Melancolía, supo conjugar sus dos mundos: desde el plano de composición hasta la cámara inquieta. Aquí es capaz de fundir sus dos estilos también, pero no de forma separada, como en su anterior trabajo, que tenía partes diferenciadas. En Nymphomaniac nos encontramos con elecciones academicistas muy preparadas, como un plano en contrapicado del terrible Jamie Bell, al tiempo que la cámara se mueve temblorosa -como la protagonista- en el estilo aparentemente descuidado de su etapa semidogma.

Nymphomaniac Jamie Bell

También aúna muchos de los temas de su carrera: la culpa, la mujer torturada, incluso mártir, la religión. La insatisfacción con el modo de vida propio -de forma estructural, no circunstancial. Y por supuesto, sus variadas reflexiones sobre la sociedad. La provocación, la tragedia, la intensidad. De alguna manera, Nymphomaniac reúne casi todo lo que nos ha ido dejando su cine. Acaba de afirmar en esa entrevista reciente, que tardó año y medio en escribir el guión y lo achaca a la dificultad de estar sobrio (mientras que, dice, el guión de Dogville le llevó 12 días, a botella de vodka diaria). Yo creo sin embargo que la culpa no es de la falta de alcohol, se debe a que esta es su película más ambiciosa. Más de 5 horas en las que ha querido incluir todo lo que le define como cineasta y todo lo que le interesa.

El resultado, para mí, la mejor película del año.

Nymphomaniac ups




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