Crítica de la película Sauna por Keichi

Resulta muy complicado encontrar propuestas de autor en el fantástico actual. La nueva película del director Antti-Jussi Anilla no solo lo es, sino que además se desbanca de sus competidoras ofreciendo al espectador un universo completamente propio y nada fácil de encasillar. Resulta toda una sorpresa toparse con una producción fantástica tan seria y ambiciosa dentro del dinamismo del cine nórdico.

Finales del siglo XVI. La frágil paz que sucede a una nueva guerra entre Suecia y Rusia fuerza a los dirigentes a redistribuir las fronteras. Los hermanos Erik y Knut forman parte de una comisión destinada a cartografiar una región casi desierta entre los dos países. Antiguos veteranos de guerra, ambos presentan caracteres encontrados y arrastran consigo los horrores del campo de batalla, en el que se cometen atrocidades que van mucho más allá de dar muerte al enemigo. Durante el viaje, acaban por ceder de nuevo al animal que llevan dentro cuando se encuentran con un campesino y su hija. La expedición prosigue, pero el destino de ambos queda sellado al llegar a un fantasmagórico pueblo que parece estar situado más allá de la realidad.

Más de un espectador no llegará a entender la compleja metáfora de la película. No es para menos. Sauna es un film tremendamente críptico sobre la redención y los pecados cometidos cuyo mensaje es tan poético como terrible. Al aura de misterio que imprime un periodo histórico completamente desconocido -aún para el espectador europeo- hay que sumar las pequeñas claves que el director va dejando desperdigadas por toda la película. La miserable aldea no deja de ser una representación del limbo, un purgatorio en el que los errores del pasado se materializan en forma física. No es casualidad que los protagonistas sean cartógrafos en un paraje desolado y vacío de vida. También es metafórica la figura de la sauna, ese lugar en el que exudar las condenas, así como la flor que se hunde en el agua, reflejo de los pecados lavados en la sangre que se lleva el río.

A pesar de su anonimato, hay que destacar unas muy buenas interpretaciones por parte del pequeño reparto. Tanto Ville Virtanen como Tommi Eronen hacen frente a dos personajes atormentados tremendamente complejos con una profesionalidad envidiable. Si uno asume el rol del monstruo escondido en busca del perdón el otro encarna al aparente corazón del oro desbordado por una culpabilidad imperdonable. Aunque menos poderosas, las apariciones de los secundarios Viktor Klimenko y Rain Tolk como los soldados rusos son igualmente ejemplares.

La ambientación nos deja pequeños detalles de vestuario como el las humanizadoras gafas de Erik o los uniformes de los militares, pero cede todo el protagonismo a la atmósfera que generan los desolados páramos de la actual Finlandia. Ayuda a ello una maravillosa fotografía de nieblas, colores apagados y reflejos en el agua y una no menos desdeñable banda sonora del compositor Panu Aaltio. Todos estos elementos conforman los andamiajes de un film sólido y contenido como pocos. Aunque muchos quieran ver en la palidez del fantasma y el agua estancada una referencia estética al J-Horror, lo cierto es que la película está muy por encima de clasificaciones.

La propuesta de Antti-Jussi Anilla no es apta para todo el mundo por lo personal de su mensaje y su árido desarrollo. El suyo es un terror atmosférico que rehuye de monstruos y efectos especiales hasta el punto de ser cuestionable su propia naturaleza de film de género. En cualquier caso, Sauna es una película sumamente original que no deja de ser una historia sesuda sobre los fantasmas de la conciencia, esos que perduran hasta el fin de nuestras vidas, setenta y tres lugareños, puñaladas y pecados sin rostro que no se olvidan. Y, por supuesto, frente a esos demonios internos la única redención posible es la muerte.