Crítica de la película Hana yori mo naho por Iñaki Ortiz

Hubiera agradecido que hubieran programado esta película al principio del festival. Es bastante confusa. Sí, sé que puede deberse a lo de siempre: para nosotros es más complicado distinguir a los orientales, y eso que a base de cine de la zona cada vez lo hago mejor. El caso es que entro sin demasiadas ganas de ver una película y menos una que ronde las dos horas (duración excesiva en pleno festival) y la verdad es que no se me han hecho pesadas.

El caso es que me he perdido, aunque no he sido el único, ni entre mis compañeros ni oyendo comentarios de otras personas a la salida. Habrá que volver a verla, si se puede, en un estado de mayor rendimiento.

En todo caso me quedo con varias cosas. Su humor que, en varias ocasiones, me ha llevado a la risa. Su mensaje, con ideas como la de convertir la mierda en pasteles de arroz y alguna otra también brillante. Me ha gustado ver una película de Samuráis en la que, salvo excepción muy concreta, no hay peleas. Me ha gustado ver una venganza diluirse. He disfrutado viendo las calles sucias y estrechas, lo difícil que es levantarse por la mañana, los kimonos manchados, y una serie de detalles y una serie de momentos muy buenos.

La pega, la confusión que encuentro en la película y que quizá le sobre un poco de metraje. Puede que si un día la veo en mejores condiciones mi nota suba un punto, no más.