Crítica de la película Silent Hill por Iñaki Ortiz

¿A qué estamos jugando?


2/5
19/08/2006

Crítica de Silent Hill
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Comprendo que tenga seguidores. El derroche visual es notable. O quizá tan sólo exagerado, no sabría decirlo. Los planos en picado extremo, la niebla envolvente, los suelos que llenan a veces la imagen, los movimientos de cámara estériles que certifican la búsqueda de lo visual por lo visual. En todo esto la película se crece para quien quiera aceptar sus normas visuales. Yo podría aceptarlas. Me encanta como llega la oscuridad casi de golpe, agobiante, con el sonido de la sirena al fondo. Me gustan las calles desiertas y los edificios viejos.

Sin duda comprendo que tenga seguidores, en especial si hablamos de ese minoritario pero ruidoso grupo de amantes de los videojuegos más allá del Fútbol Manager. Y es que – y aquí viene mi tesis – no nos encontramos ante una adaptación de videojuego, se trata de un videojuego tal cual. Como en su día dije que “Sin City” equivalía a llevar el cómic a la pantalla directamente, sin adaptaciones. En aquel caso lo dije para bien.

Viendo esta película me siento en un continuo transcurrir de niveles a superar. Veo las estúpidas pistas a modo de aventura gráfica, como la habitación del hotel en la boca del violador, el cuadro que oculta la puerta. Muy propio y aceptable para que, como jugadores, lo descubramos con ingenio ante nuestro ordenador pero bastante absurdo y torpe para aceptarlo como espectadores de cine.

Torpe como la escena en el hospital cuando nos explican casi todo lo que debemos saber, como si fuera un vídeo intermedio entre pantalla y pantalla que nos dice como jugar. Incluso cuando termina parece ser el típico comienzo de nivel: una habitación con un personaje huidizo, situación tranquila, etc. Si todo esto se ha hecho a conciencia, tanto guionista como director tienen un mérito importante que no les voy a quitar, y diré que está muy conseguido, pero también diré que el objetivo era inadecuado. Cinematográficamente mal.

Por último, lo peor de todo es, sin lugar a dudas, que no produce ni el más mínimo atisbo de miedo. Y eso que tenía los elementos más que suficientes y una dirección claustrofóbica y psicológica en general que podían haber ayudado. El problema es que las cartas quedan boca arriba muy pronto, con esos niños carbonizados. Vemos que puede pasar lo que sea y que la protagonista estará perfectamente a salvo a lo largo de los diferentes niveles, como si se encontrase en un mundo virtual. Ya no hay miedo. Y yo... me aburro, por mucho que admita una serie de cosas interesantes.

En definitiva, aburrida aunque interesante.



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