Crítica de la película Sin City por Romulo

Adiós a la unanimidad precrítica


3/5
13/08/2005

Crítica de Sin City
por Romulo



Carátula de la película 'Sin City' ya no es esa película que iba a maravillar a toda la plantilla de Precríticas, Beiger. Ya no lo es, porque a mi me ha decepcionado. Profundamente, sí, pero más que eso, dolorosamente. Porque falla en un terreno que es el mío, en una película que debió ser una gran obra del film noir. Cierto que, viendo la película, uno comprende que Miller y Rodríguez nunca pretenden hacer un noir, sino un comic animado. Pero te garantizo que una vez metido en la película, eso no me molestó en absoluto, así que debería decir que mi decepción no viene por ahí.

No me ha molestado ni un pelo que Dwight salte desde una azotea cual Hombre Murciélago y aterriza sobre césped sin problemas, no me ha molestado que Marvin se abra camino con sus dos piernas a través de las dos lunas delanteras de un coche de patrulla que avanza hacia él a mil por hora. No me molesta porque desde el comienzo (salvo por su prólogo) Miller y Rodríguez ponen las cartas boca arriba. Esto es un cómic, muchacho. Si no te gusta, ya sabes lo que hay.

Salvo por su prólogo.

Lo que me molesta es que todo ese esmeradísimo trabajo visual (sin duda lo mejor de la película, aunque no crean que me ha gustado al 100%; hay detalles sueltos que no tanto, el uso del color a ratos es fabuloso, otras veces más torpe; creo que tampoco me ha gustado demasiado, al final, ese toque pretendidamente 'arty' de presentar la sangre en un color blanco quemadísimo), todo ese esfuerzo creativo, decía, se pierde en un minutaje que no cuenta absolutamente nada, NADA, más que masacres, masacres y masacres. Personales o colectivas. Qué más da. Salvo el prólogo.

De las tres historias que nos presentan, sólo la tercera tiene un poquito de chicha, un bastante de relato. Me gusta esa historia, no voy a negarlo. Tampoco niego que me hubiera conformado con la escuetísima premisa argumental de la primera historia si Miller y Rodríguez la hubieran sabido llevar por otro sendero. Y es que la voz en off me gusta, ese puntito de novela animada. Pero a partir de ahí se limitan a mostrarnos una sucesión de carnicerías, un 'más difícil todavía' de la violencia gratuita, si antes te arrastré desde un coche en marcha ahora te cerceno y te convierto en pasto para lobos, pero espera, que ahora llego yo y te arranco los huevos con mi propia mano. A lo que iba: Hasta esa tercera historia, que parecía recuperar otro interés, queda definitivamente perdida, de nuevo, en lo que ya veníamos contemplando durante el minutaje anterior.

Debo entender (aunque de lo poco que he leído, no creo recordar tanto frenesí de sangre) que ese espíritu de pretencioso extremismo (¡¡¡hay que ser lo más violento posible!!!) ya debía estar en las páginas del cómic de Miller. Igual que figuraban personajes como Kevin el caníbal. ¿Pero qué clase de personaje es ese? A más de uno le encantará, y creo poder entenderlo, pero no me obliguéis a que me guste. (De todos modos, no tiene nada que ver con Elijah Wood. Es más, le aplaudo. Para él hubiera sido muy fácil seguir con sus personajes de héroe buenazo, 'a la Frodo', pero ha preferido arriesgarse, ha tenido la osadía de aceptar este personaje que, además, interpretativamente poco le puede aportar. Sólo ha tenido que mantener esa cara de ángel cínico durante todas sus escenas. Escaso trabajo.)

Todo eso es una verdadera lástima, porque en general los actores hacen un trabajo pasmoso, muy grande. Mickey Rourke... ¿cómo decirlo? Me diréis que bah, que tiene todo ese maquillaje que le hace casi todo el trabajo. Y una mierda, digo yo. Quienes hemos seguido su carrera (hasta que ya no había cristo que la siguiera) reconocemos desde la distancia muchos de sus gestos, sus ademanes, su estilo, esa tristeza y esa melancolía que destilaba su Chico de la Moto, esa brutalidad herida que ya derrochara en 'Manhattan Sur'.

Clive Owen está creciendo a pasos agigantados. Su presencia es animal. Tiene una fuerza física que le hace merecedor de heredar el lugar de cualquiera de los rostros clásicos del noir. Su mirada es una Magnum, de calibre variable.

Me sorprendí a mi mismo, al ver a Bruce Willis en ese blanco y negro tan ausente -casi- de grises, recordando al Bogart de 'El último refugio'. Realmente podemos empezar a creérnoslo, no es una locura. No está tan lejos. Muchos se darán cuenta tarde, pero ese hombre tiene un sitio ganado en la historia del Cine.

(Nótese que hablo de actores, y no de actrices. Me encanta el trabajo que ha hecho Rosario Dawson, tan en sintonía con el de Clive Owen: salvaje, animal, muy poderosa. Y Carla Gugino tiene poco que sacar a su personaje. El resto, directamente, son intercambiables. O cambiables. Uno tiene la impresión de que Miller y Rodríguez se han rodeado de grandes actores y de tías buenas. Pero oye, es la Ciudad del Pecado: Matones y putas.)

Todo eso es una lástima, porque, repito, si bien incluso en el aspecto visual ha habido detalles que me han chirriado, he de aceptar que en términos generales la estética es impresionante. A parte de que sea muy fiel al cómic y todas esas memeces que, a mí, viendo la película, me la traen floja. Pero ahora os pido una respuesta. Decirme una escena de gran calidad, de gran fuerza narrativa, emotiva, que llegue realmente al fondo del espectador (que es a donde las grandes películas llegan). ¡Ni una! Salvo el prólogo.

Por muy cómic que pretenda ser (que lo es), tanto el material original como la película beben de las fuentes del noir. Y el noir ha funcionado toda su puta vida por la emotividad. No por los muertos. Y desde luego, no por dedicarse, durante 2 horas, a mostrar masacres. El noir sabe ahorrarse los golpes. Y cuando llegan las escenas que importan, toda esa fuerza, toda esa sorpresa, sus puñetazos estrella, se los ha guardado, aún no te noqueado con ellos, y puede emplearlos justo ahí, donde tienen que ir, donde la base, el texto, el guión, la situación, la escena, sumados a ese golpe estrella, pueden hacer temblar realmente hasta sus entrañas al espectador. Rodríguez y Miller se tiran la película dando miles de golpes, ganando combates de barrio. Yo prefería haber visto un ganador, un hombre que asbe cuando pegar, un campeón de los pesos pesados.

Salvo el prólogo. Hasta tal punto es bueno ese prólogo que cuando terminó y la pantalla rezó: SIN CITY, creí que iba a ver una absoluta obra maestra. De ahí mi mayormente contrastada decepción, a posteriori. Ojalá la película hubiera tenido la mesura, la elegancia y la oscura sutileza de esa introducción. Esa voz en off sí pertenece a mi género. Ese diálogo directo que se filtra entre ella, también. Ese engaño, ese hacerlos aparecer como inminentes amantes. Esos ojos que (al oír en boca de él: "... es por tus ojos") se iluminan y se tiñen de verde, sólo unos segundos, a la luz de la llama del mechero. Esa sorpresa elegante, sutil, sin grandes aspabientos, un golpe como sólo los buenos saben dar.

Eso es lo que debió haber sido SIN CITY.

P.D.: Recuerdo a uno de nuestros precríticos echar pestes contra John Wayne por su carácter marcadamente fascista. Bueno, no soy tan receloso hacia el viejo John, e igualmente no me molesta que Marvin o Dwight o Hartigan, en este 'Sin City', se tomen la justicia por su mano. Lo que sí me ha parecido nauseabundo, es ese primer plano de Jessica Alba, viendo como Willis destroza el rostro a quien pretendía violarla y como luego le arranca los huevos con su propia mano. Y Jessica sonríe, qué macho que es mi muchachote... Ese detalle sí que hizo que la escena fuese... asquerosamente fascista.


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