Crítica de la película Stoker por Iñaki Ortiz

American (Gothic) Psycho


4/5
09/05/2013

Crítica de Stoker
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Stoker nos cuenta una historia sin demasiadas complejidades argumentales. Serial killer perladísimo que desde el principio tiene dos características muy marcadas: una seguridad en sí mismo sexualmente apabullante y un cierto gusto por la jardinería práctica -interpretado con mucho carisma por Matthew Goode. No hay giros asombrosos bajo la manga ni un desarrollo sorprendente. Pronto vemos que hay cierta licencia en la verosimilitud y que seguirá así hasta el final. Si apuramos el concepto y atendiendo sobre todo a la forma, podríamos rozar el terror fantástico. En cierto modo, casi todos los elementos de la película referencian el mundo interior de la protagonista, como si estuvieran construidos en clave fantástica o existieran solo en su imaginación, pero sin la -trasnochada- necesidad de hacerlo explícito.

El "fantasma" de su padre haciendo su aparición en el entierro, y su tío como la nueva figura que ocupará ese vacío. El viaje de la figura paterna serena y protectora a la locura violenta y la sexualidad distorsionada. Las lecciones de caza, el arma, como la herencia genética de la demencia. Pero sobre todo, la figura siempre presente del tío -a un nivel tan exagerado, y a veces innecesario, que lo remarca como claramente alegórico- en momentos clave de los problemas sexuales de la protagonista. En el ataque con el lápiz -tan propio del director- su tío vigila desde lejos, sin más utilidad que la de reforzar la idea de la violencia interior de ella. Después, asociado nuevamente a un conflicto sexual, la macabra y morbosa escena en el bosque, que además viene apoyada por la masturbación en la ducha, con la arena aún en el cuerpo. Es clave también en su relación con su madre con un final definitivo. Una historia centrada en la transformación interna de una chica marcada por sus genes, pero también por sus experiencias; una cuestión que se expresa de forma eficaz con la imagen de la flor al principio "que no elige su color" (como se nace) pero que finalmente vemos que es un color artificial provocado por el baño de sangre (la experiencia traumática). Mia Wasikowska, esa actriz en alza, está muy a la altura del personaje, en su locura, en su seguridad, en su carnalidad. Representa un rol similar al de American Psycho -poco importa que aquí las acciones sean reales o no, pues no se ejecutan desde el realismo- pero con un toque de American Gothic, apoyado en el vestuario y en la dirección artística.

A esto hay que añadir el talento de Park Chan Wook para crear momentos de verdadera magia. La figura del cinturón de su padre, como icono obvio de la recta disciplina, se convierte casi en una sibilina serpiente, ahora en poder del reverso malvado, en el impresionante plano de la cabina telefónica. En general, el cinturón como un puente entre la educación y la violencia. La ambientación estilizada del sótano, homenaje claro a Psicosis, con esos insertos inapreciables del congelador que excitan la imaginación del espectador. Cada plano cuidado con gusto exquisito, aunque en ocasiones peque de un exceso de esteticismo.

Aunque la banda sonora del siempre interesante Clint Mansell funciona muy bien, el verdadero hito lo encontramos en una composición del gran Philip Glass: el dueto que tocan al piano los protagonistas. Una pieza intensa para toda una evocación orgásmica conseguidísima. Quizás el mejor momento de la película.

Una historia, por tanto, que en un primer nivel no es más que un thriller al uso, pero que en manos del coreano, se convierte en un inquietante y atmosférico terror casi fantástico, de una estética impecable y repleto de insinuaciones evocadoras. El toque diferenciador a la historia lo añade ese barniz de morbo sexual entre el sadismo y la pura mala leche en el que sin duda ha tenido mucho que ver, Erin Cressida Wilson, que se ha encargado de colaborar en el guión.



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