Crítica de la película La gran estafa americana por Iñaki Ortiz

Amor en la trastienda


3/5
02/02/2014

Crítica de La gran estafa americana
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Vamos a quitárnoslo de encima rápido: es de locos la cantidad de premios y atención que está recibiendo David O. Russell con sus últimas películas. No hay por donde cogerlo. Ya está aclarado. Esto me ahorra matizar "no es para tanto", "sobrevalorada" y demás relativismos durante el resto de la crítica.

La nueva película de O. Russell es entretenida y bastante digna, lo que ya la deja muy por encima de otros de sus trabajos. Es verdad que su argumento es el abc de las películas de timadores y que no atrapa demasiado, pero consigue mantener el interés de otras maneras. La más evidente es su exceso de estética hortera, como una caricatura de una época vivida más a través de los clichés del cine que de la realidad. El inicio con Christian Bale peleándose con su peluquín imposible es toda una declaración de intenciones. La caricatura se apoya también en una selección de canciones absolutamente obvia. No es un retrato fiel de una época, es una exaltación de los rasgos estéticos mediatizados de la misma. Lo que no es ni bueno ni malo. Está rodada con gracia, con bastante expresividad, aprovechando bien todo este universo hortera. Una especie de Boogie Nights con olor a naftalina.

Mientras el argumento sigue más o menos por los cauces esperados, la película nos deja algunos momentos sentimentales de una vulgaridad intensa. El enamoramiento entre las ropas moviéndose alrededor, como figura de un lujo de tercera al que se aferran estos timadores de poca monta -de nuevo la exaltación de lo cutre- que sin embargo encierra un amor intenso y sincero. Tan sincero que se sella con la confesión de los actos criminales de él -el reverso absoluto de Michael Corleone. Nos ofrece una escena extrema, llena de contrastes, como es la del amago de sexo en los baños. Por un lado, la evidente vulgaridad del váter, con las mujeres de la cola aporreando la puerta. Por otro lado, Amy Adams, que en toda la película derrocha sensualidad por todos sus poros, se convierte en una invitación sexual sucia irrefrenable. Y al mismo tiempo, la escena se resuelve con una propuesta de amor que, como buena película de timadores, es mentira y esconde a su vez otro amor real. Este juego de emociones entre los personajes sostiene en gran parte la película. Más que emotivas son sugerentes. Resulta bastante liberador ver de vez en cuando una historia de amor desidealizada.

Y ahora vienen los peros. Y es que aunque a ratos funcionan muy bien, los personajes no terminan de estar bien rematados. Quedan demasiado a merced del capricho del guionista y eso, cuando la película quiere ponerse seria, pasa factura. Para colmo, el supuesto personaje protagonista, que empieza dándolo todo, va perdiendo fuelle por falta de presencia y de importancia. Pronto nos olvidamos del barrigón que se ha trabajado Bale. El rol de la sexy Jennifer Lawrence no termina de aportar nada, y el peso de Bradley Cooper se dispersa en una cierta bipolaridad que parece intrínseca a sus colaboraciones con el director.

En resumen, está rodada con buena mano, con ritmo, tiene algunos momentos con chispa, pero cuando quiere pisar fuerte resbala, porque no hay un fondo sólido que la mantenga. Eso sí, le concedo una cosa: uno de los mejores papeles de Robert De Niro de los últimos años, contenido por fin.



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