Crítica de la película RocknRolla por Iñaki Ortiz

Bien, pero lo de siempre


3/5
10/01/2009

Crítica de RocknRolla
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Guy Ritchie nos muestra una vez más lo que sabe hacer, y que lo que sabe a hacer es precisamente esto. Ese subgénero del negro, en donde se marea la perdiz con el dinero pasando de manos, deudas, robos y matones. Nos la sabemos de pe a pa. Cambian los nombres, el sentido laberíntico de los objetos en danza, la nacionalidad de la mafia y el fondo sobre el que trabajan. Da igual que sean drogas o corrupción inmobiliaria, al final, se reduce a disparos, torturas, mentiras y muchos nombres.

Lo que diferencia a este director de otros muchos, es el ritmo, la personalidad de su dirección y de su narrativa. En esta ocasión, vuelve a conseguir que las dos horas se pasen volando, que haya risas y que su concepto visual se muy gratificante. Consigue así mismo, que en el camino olvidemos lo inverosímil de muchos aspectos de la trama y de las reacciones, que olvidemos que ya nos la sabemos, y que nos dejemos llevar. Quienes entren en el juego, claro. Con un toque cool que rivaliza con los once de Ocean, desde un punto de vista mucho más suburbial.

Se lo compara con Tarantino, se le achaca una influencia clara y él, con derecho y sin razón, se enfada. Los delincuentes iniciando escenas con conversaciones banales y pintorescas antes de pasar a la acción, y hasta algún particular baile son más bien definitivos. Esto no es nuevo en Ritchie, pero tampoco es malo. Dentro de esta influencia sabe ofrecer su propio sello, más dinámico, más abiertamente jocoso. La película es divertida y tiene sus momentos de originalidad. Maneja el tempo maravillosamente. Es una lástima que no necesite ni sea atractivo un segundo visionado. Bastante la habíamos visto ya antes de que se hiciera.

Dos intérpretes brillan especialmente. Uno de ellos es el gran Tom Wilkinson (el mafioso Lenny Cole), que demuestra que también puede con papeles de mayor duración y de caracterización más particular. El otro, es Mark Strong (la mano derecha del anterior), un actor que ya sobresalía en Red de mentiras, y que tanto en aquella como en esta, rezumaba carisma y elegancia.



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