Crítica de la película X-Men: Días del futuro pasado por Iñaki Ortiz

Bryan Singer devuelve el equilibrio a X-Men


4/5
06/06/2014

Crítica de X-Men: Días del futuro pasado
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Si hay algo que define a la nueva entrega de X-Men es el equilibrio. Lo encoentramos en muchos aspectos diferentes. En el tono, en el argumento, en la estética. Esto contrasta con la mayoría de películas de superhéroes, en concreto de Marvel, que nos tienen acostumbrados a resultados que siempre cojean de alguna pata. Está claro que el regreso de Bryan Singer -quién había dirigido las dos primeras entregas- ha sido muy positivo. Sin ser un cineasta especialmente talentoso, Singer es un storyteller muy inteligente, que ha sabido reconducir el rumbo de la saga, tanto argumentalmente como, sobre todo, en calidad. Hablo del director al final, pero primero veamos cuáles son esos equilibrios que hacen de esta, posiblmente, la mejor película de Marvel.

Michael Fassbender

Devuelve el equilibrio al argumento
Es algo relativamente normal en el mundo del cómic, reiniciar el universo. Las ramificaciones y los callejones sin salida que no permiten una continuidad satisfactoria (desde el punto de vista comercial) obligan a hacer borrón y cuenta nueva, de alguna manera más o menos creativa. Y aquí está la oportunidad perfecta: viajes en el tiempo. Es de agradecer que la premisa fantástica que rige las normas de los viajes y sus efectos, quede bien definida desde el principio y la historia se desarrolle de una manera perfectamente coherente con ésta. Equilibrios comerciales aparte, lo cierto es que el argumento está suficientemente centrado y bien formado para mantener el interés de principio a fin. Incluso deja un poco con las ganas de conocer un poco más de ese mundo distópico.

 

El equilibrio en el reparto
Otro efecto de este planteamiento es poder contar con los personajes jóvenes y los mayores al mismo tiempo. Esto hace que el reparto sea envidiable, con algunos de los mejores nuevos actores como Jennifer Lawrence, Michael Fassbender o Ellen Page; presencias tan carismáticas como las de Ian McKellen o Patrick Stewart; secundarios de lujo como Peter Dinklage o Anna Paquin; y por supuesto, la estrella Hugh Jackman. Quiero señalar también a James McAvoy, al que considero un actor de tremenda personalidad.

X-men

Equilibrio en el tono
En la interminable lista de películas de superhéroes recientes vemos tonos extremos. Algunos pecan de comicidad infantil, tontorrona; otros buscan el lado dramático, con un planteamiento tan básico que solo consiguen aburrir. En X-Men, los personajes importan. Sufren, tanto por las dificultades que deben superar como por la lucha interna. Son vulnerables y el peligro resulta real. Por otro lado, no se carga las tintas del dramatismo y hay momentos de humor y ligereza. Por ejemplo, la escena en la que Mercurio se pasea a gran velocidad al paródico son de Time in a Bottle. Por un lado, no hay una pretensión de drama serio; por otro lado, los personajes tienen el suficiente fondo para que la película interese.

 

Equilibrio en la acción
Los efectos digitales hoy en día, nos permiten ver cualquier cosa. Por eso, muchos directores abusan y nos aburren con grandiosas secuencias espectaculares. Aquí la acción es espectacular pero no porque sea aparatosa. Las peleas son rápidas, de una agilidad que te obligan incluso a pensar en ellas, como por ejemplo con las peleas a través de portales. Tampoco faltan imágenes icónicas para el recuerdo, como la del estadio y la casa blanca.

Halle Berry

 

Equilibrio estético
Las películas de Marvel tienen todo tipo de propuestas estéticas. Pasan de decisiones coloridas de pura animación digital a estilos modernos de cámara en mano presuntamente serios. A veces fuerzan la imagen de postal, como es el caso de la facilona estética 40s de El capitán América. En este sentido, Singer encuentra el punto exacto. La ambientación setentera está conseguida, por supuesto en cuanto a vestuario y demás. Utiliza una selección musical adecuada pero no evidente. Y sobre todo, juega con las texturas, con algunas imágenes grabadas en Super-8, haciéndolo coexistir con los efectos digitales. Para las imágenes del futuro consigue una fascinante distopía oscura, con un enemigo impersonal. Plantea una tiranía futurista a medio camino entre el gueto judío y la alienación tecnológica.

 

Sobre el director, Bryan Singer
Singer es el director de las dos primeras entregas, películas muy aceptables. Desgraciadamente, se bajó del tren en la tercera, para dirigir ese desastre llamado Superman Returns. Se dio a conocer por ese clásico instantáneo que fue Sospechosos habituales. Y uno de sus mayores logros fue crear la serie House, llevando el mundo de Sherlock Holmes al ámbito de la medicina. Precisamente algo de House podemos encontrar en esta película. El conflicto del joven profesor Xavier, con su adicción, con sus piernas. Singer no ha dudado en usarlo descaradamente y funciona muy bien.

Y es que ante todo, Singer es un narrador inteligente. Sabe lo que interesa y lo que no, y lo cuenta con soltura y sin tiempos muertos. La película avanza sin trucos, sin parches, sólida y bien construida. También es de agradecer que, pese a la complejidad argumental, apenas se recurre a explicaciones redundantes. No se trata de estúpido al espectador, que hoy por hoy, después de ver ejemplos de blockbusters como Godzilla o Al filo del mañana -por otra parte defendibles- donde se ha de explicar cada detalle, es todo un logro.



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