Crítica de la película Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera por Iñaki Ortiz

Chill-Out cinematográfico


4/5
02/10/2004

Crítica de Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Si alguno suele leer el suplemento dominical del diario vasco (desconozco si se ofrece también con otros periódicos), quizá le recuerde esta película a esas parábolas que no se cansa de ofrecer en su sección Pablo Coelho.

La película creo que no nos ha engañado. Nos ha ofrecido belleza, relajación, naturaleza... como si fuera el chill-out cinematográfico. Un movimiento ligero sobre el lago que nos mece agradablemente. Un estilo de vida diferente, buscando la paz hasta el extremo más insospechado. Una llamada a fundirnos con la naturaleza y evitar los deseos apasionados, se diría que al estilo Jedi.

La película comienza con un relato ingenuo, de moralina algo infantil y uno teme encontrarse una película para niños o para un público predispuesto de festival (que viene a ser lo mismo, sobre todo cuando aplauden a mitad de la película). Pero pronto se comprende la idea, las historias y su forma están unidas al crecimiento del protagonista. Comenzamos con la primavera y con un niño más ingenuo de lo normal, y es que no olvidemos que vive en un templo flotante. La historia y la solución del maestro resultan de fábula infantil. Pero entonces llega el verano, y asistimos a una historia más adolescente, como lo es ya el protagonista, con el despertar de la sexualidad y su choque con ese estilo de vida de pura paz. Todo va tomando sentido. La renuncia a esa vida por la rebeldía de la adolescencia, la ruptura con la seguridad del hogar. La ruptura de las reglas aprendidas siendo niño. Un bonito ejemplo es cuando, no pudiendo abrir la puerta por estar su maestro dormido, decide pasar a través de lo que sería la pared si la hubiera, lugar por donde nunca había pasado antes por educación y costumbre.

Cuando llega el otoño vemos el choque con la madurez, la necesidad de tomar la responsabilidad de asumir lo que uno ha hecho, además de permitirse el descanso de la ira y el miedo, mediante la reflexión (tallar las palabras de su maestro). Por último el invierno, donde definitivamente ha alcanzado la madurez y ya sin su maestro (a parte de su presencia como serpiente), debe ser capaz de conducirse por la vida, incluso de imponerse sus propios castigos. Y vuelta a empezar con la primavera. Es el ciclo de la vida.

Todo muy bonito, y con una poesía visual que es de agradecer... pero, porque desgraciadamente hay pero, no alanza las quinta estrella. Porque tiene momentos algo tediosos como cuando hace penitencia llevando la estatua. Porque para una mente contaminada por la modernidad resultan cómicos ciertos momentos (infinidad de chistes le vienen a uno a la mente), y porque quizá todo es demasiado fácil y demasiado Coelho. Se queda en cuatro.


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