Crítica de la película Un cuento de Navidad por Hypnos

Las películas que se basan en encuentros familiares me interesan con carácter general. Es un tema más que explotado y recurrido, pero que creo que nunca está agotado. De hecho, creo que no hay cosa más cinematográfica que una reunión familiar: con sus entresijos, sus envidias, su pasado, su mantener las formas.

Y dentro de los retratistas de familias, nadie mejor que los franceses. En una ocasión dije algo así como que la familia, en el ojo de un director francés, es una bomba de relojería. En aquella ocasión me equivoqué. La película era Mi hijo.

Arnaud Desplechin es un reputado director francés cuyas películas no han tenido un grán éxito o repercusión en nuestro país. El cine francés actual ha tenido que lidiar con la existencia de la nouvelle vague, una corriente que apareció con la fuerza de una ola que se bate en retirada de la playa a golpe de resaca, y que, lejos de dejar a la deriva el cine posterior, ha sido capaz de crear a toda una serie de cineastas cuyas propuestas me resultan de lo más estimulante. He ahí que junto a primeras espadas de dicha era revolucionaria como Alain Resnais con Asuntos privados en lugares públicos, subsistan otros como Olivier Assayas (Las horas del verano) y Nicolas Klotz (La cuestión humana), dos películas que tengo marcadas en rojo en mi calendario. Es digno de admiración.

Tratando de "objetivar" mis sentimientos: film coral, con la familia y sus relaciones como telón de fondo, con un tono de tragicomedia (ligero) y con unos actores de bandera.

Como muestra, un par de botones: Catherine Deneuve, la gran Dama del cine francés y Mathieu Amalric, uno de los mejores actores galos del momento.

Cita obligada para todos aquellos amantes del cine francés con buen gusto.