Crítica de la película El mercader de Venecia por Iñaki Ortiz

Con 400 años de retraso (sonrojante)


2/5
01/10/2005

Crítica de El mercader de Venecia
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Una empieza la película agusto. Ese Irons escupiendo sobre Pacino, parece que tiene miga. Luego se empieza a mostrar un montaje realmente torpe que pretende ofrecer ritmo y consigue atropellar. Una dirección bastante pobre y sosa. Podré soportarlo, me quedaré con lo demás.

Aparece entonces Joseph Fiennes y el hombre se cree que está en una obra de Shakespeare... y no lo está, está en una película. Y hace gestos forzados y movimientos reverenciales, pasos estudiados y coreografías estúpidas donde sus manos se van explicando lo que dicen sus labios. Una mierda. Descubro pronto con estupor que prácticamente todo el reparto a excepción de los dos monstruos, están infectados de esa enfermedad teatral. Seguramente lo que quería el director, y seguramente Irons y Pacino le mandaron a tomar viento y cualquiera les tose. Por eso sus interpretaciones están muy bien y las del resto son de risa, el contraste favorece a ello.

En todo caso, hasta ahí incluso lo podía pasar, pero resulta que la historia empieza a tornarse en un divertimento estúpido. Llega el juego de las cajas. Esto parece el “un, dos, tres”... y hasta aquí puedo leer. Un concepto parecido está mucho mejor plasmado al final de “La última cruzada”, mucho más refinado. Las tres escenas de cajas resultan extremadamente ridículas, de comedieta barata.

Pero cuidado, que llega la traca final que le hace bajar al dos.
La escena del juicio. Hacía mucho que no veía nada tan sonrojante. Por un lado, el autor que se había mostrado adelantado a su época con el famoso speech “[...]¿no reímos si nos hacen consquillas?[...]” con el tema de los judíos en unas escenas anteriores, nos da en la escena del juicio un recital antisemita que hará las delicias de los productores judíos de Hollywood. Con razón se encuentras pocas (por no decir ninguna) otras adaptaciones, más allá de los años 20.

Qué buenos son los cristianos que perdonan y dan préstamos gratis y que hijoputas son esos putos usureros judíos, todo el día pensando como lucrarse con el dinero del prójimo y vengativos como el diablo... y esto vienen a decirlo más o menos así, tampoco cambiando mucho las palabras. Que me digo yo, que con lo manida que está la palabra antisemita, se queda corta para esta historia.

Pero aunque lo pueda parecer, esto no es lo peor. Una cosa es ofender a un pueblo y otra ¡al público! Con esa pantomima de mujeres disfrazadas ¿¿¿para qué??? Irrumpiendo en el juicio y tomando el control absoluto de la situación. Decir forzado sería como decir antisemita. Y cuanto una espera la argucia judicial que salve al deudor con algo así como que él puede elegir la parte del cuerpo que puede cortarse (esto molaría especialmente), se sacan de la manga la típica argucia de niño de ocho años, de “has dicho carne pero no sangre... has dicho una libra pero ni más ni menos”... En ese momento uno siente ganas de gritar con todas sus fuerzas a la pantalla ¡¡¡ tongoooo !!! Mientras siente el escupitajo mayor (ese como un par que recaen sobre Pacino) impactando sobre su ojo. ¡¡Terrible!! Y el judío, por supuesto humillado (además en el último momento), por unas leyes que hacen lo que le da la gana a una mujer vestida de hombre que aparece por allí con una carta de un viejo. Tanto fingir que el quid de la cuestión era que las leyes de Venecia no podían hacer excepciones por la reacción que podría provocar etc. (eso está muy bien) y luego van y se lo pasan por el arco de triunfo. Lamentable. Lo único bueno de la escena, Pacino afilando el cuchillo. Por supuesto el público todos de parte del cristiano (que me río yo... como que no iba a haber judíos apoyando al otro). Nos lo plantean como una complicada situación de clases y religiones y luego es una pantomima de críos. Para terminar la escena, le quitan todo el dinero al judío, así por la face y encime ¡le hacen convertirse al cristianismo! Venga, quiero más. De lo más sonrojante.

Como broche de oro, la historia de los anillos que resulta un alivio porque no es tan terriblemente mala como la anterior, sólo bastante mediocre.

Salvo a Pacino, a Irons y a algunos diálogos dispersos sobre esta verdadera mierda.


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