Crítica de la película Million dollar baby por Iñaki Ortiz

Con calma y genialidad


5/5
21/02/2005

Crítica de Million dollar baby
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Ahora me doy cuenta de lo absurdo que era preocuparse por el argumento de esta película. ¿Desde cuando Eastwood se ha preocupado por eso? Las películas del viejo Clint, realmente no cuentan lo que cuentan, de hecho muchas veces no cuentan nada. No se trata tanto de contar una historia sino de hacernos sentir una historia. Por eso, en “Mystic River”, importa muy poco todo ese entramado de casualidades increíbles, ¿qué más da cuando puedes sentir esa escena en la que todo un gentío de policías sujetan a Sean Penn que grita cual Pacino en “El Padrino III”? Para hacer la película es necesario un argumento, claro está, y suele buscar cosas sencillas, como la historia de la venganza de unas putas, del secuetro y fuga de un niño, de una pena de muerte, etc. Cuestiones ya muy contadas en el cine que de primeras no llaman demasiado, pero a él no le importa, porque sólo quiere hablarnos de los sentimientos de los personajes en cada momento.

Pero basta ya de hablar de él, que parece una precrítica, y vamos a centrar la cuestión en la película que tratamos ahora. “Million Dollar Baby” se siente. Desde su comienzo sientes el olor de ese gimnasio, el ambiente sórdido y decadente de un par de viejos acabados (como los dos vaqueros de “Sin Perdón”, como los “Space Cowboys”). Claro, la fotografía ayuda, porque es simplemente impagable, pero no es sólo eso. Es el ritmo tranquilo, casi cansado que es ya desde hace tiempo sello de la casa Eastwood. Con paciencia te cuenta una cosa y otra. Diálogos ingeniosos sin ser artificiales, como los de James Woods en “Ejecución inminente” o los del mismísimo “Sargento de hierro”. Aquí se los reparten los dos veteranos, dejándole algunos a la joven aspirante. Como siempre las interpretaciones inmaculadas. Morgan Freeman haciendo lo que sabe hacer, siendo un fuera de serie. El propio Eastwood en el registro que bien conoce, pero demostrando la maestría que le dan los años. Certero y muy sutil a veces. Su dolor lo vemos en la iglesia, pero lo que es más difícil, podemos verlo cuando lo disimula frente a ella, y ese es más duro que ninguno. En cuanto a la boxeadora, muy bien. Desde luego me quedo con este papel antes que con el de “Boys don’t cry”. El mayor acierto de esto es que no hayan dado este papel a una glamurosa estrella de Hollywood con 10 Kg de maquillaje.


Pero además del sello habitual encuentro otras cosas, lo cual siempre es gratificante, así como de Jeunet dije que venía a ser lo mismo pero peor, en este caso es lo mismo pero mejor, con añadiduras.
Por ejemplo, la forma en la que se van ofreciendo datos al espectador. En ese sentido, de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Muy inteligente. Por otro lado, la forma en que se aleja de lo habitual me gusta mucho. No cae en los clichés del género.
Y luego llega la segunda parte. Primero me cuestiono ¿me gusta que después de hora y media de película me den un giro completo? A priori diría que no, pero lo cierto es que sí me ha gustado. Realmente el giro no es tan completo pues se siguen manteniendo enlaces. La primera hora y media que me había gustado mucho resulta ser un simple preámbulo. En muchas películas nos ofrecen una primera media hora donde se hace lo posible para que la identificación con los personajes quede fijada y luego se pasa al meollo. Clint, en su elegante tono tranquilo se toma hora y media, aprovechando que trabaja sobre un conjunto de historias cortas. Nos introduce al sacerdote porque luego lo necesitará, nos habla de su hija que tan bien engarzará (sólo al final) con el narrador (por cierto, Hypnos, yo durante la película me planteé el problema de narrador omnisciente Vs. narrador limitado y no hay ningún problema en la película. Freeman sólo habla de lo que puede hablar). Nos ofrece todos los ingredientes sin levantar sospechas de que lo haga en una dirección forzada, porque al fin y al cabo nos está hablando de otra cosa. Y al final, entra a matar, nunca mejor dicho. Podría acusársele de usar un final terrible para sacudir al espectador, pues desde luego terrible es. Pero el no se regodea, no busca la banda sonora arrolladora, se queda con la suya, simple, suave, tranquila... como es su cine. Y ofrece momentos como en el que el viejo entrenador limpia las heridas del cuerpo inmóvil de la casi campeona, momento majestuoso y sencillo. Para hablar de eutanasia me quedo con esta mucho antes que con “Mar adentro”, no sólo porque es mucho mejor, también porque no te vende nada.

Lo cierto es que la película viene a ser como su protagonista, se mueve ágil llevándote a donde quiere hasta que te suelta una hostia que te deja en el suelo.

Me encanta llevarme estas gratas sorpresas en el cine.


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