Crítica de la película El último exorcismo por Iñaki Ortiz

Cuando se hace bien


5/5
01/11/2010

Crítica de El último exorcismo
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película No nos descubre nada nuevo esta película, de hecho lo único que hace es ejecutar bien la acción que había prometido. Pero es que la ejecuta de maravilla. Esta acción no es otra que rodar una película de exorcismos al estilo REC. Y digo al estilo REC y no al estilo Proyecto de la bruja de blair, no porque la cinta catalana sea posiblemente la cumbre del subgénero, sino porque se acerca más en cuanto a que representa un formato cercano a la televisión (su planteamiento es comparable a El encantador de perros, o Un infierno en la cocina) y no la grabación casera. Este punto de vista justifica mucho mejor la continua presencia de la cámara y la calidad superior al simple video doméstico.

En todo caso, esto ya se ha hecho unas cuantas veces, eso sí, casi siempre mal, siendo poco creíble técnicamente hablando, ofreciendo situaciones injustificadas, fallando en lo esencial: el efecto dramático. Bien, aquí todo eso funciona como un reloj, salvo quizá un par de interferencias forzadas hacia el final (esos saltos de la imagen). Por lo demás, uno entra absolutamente en el documental. Por supuesto, ayuda que los actores estén tan en su lugar. Patrick Fabian como evangelista absolutamente carismático, se gana al público con su cinismo bien intencionado. Ashley Bell, la endemoniada capaz de lanzar unas miradas a la cámara extremecedoras. El aterrador padre creyente, Louis Herthum.

Normalmente en este tipo de cine, se sacrifica el calor de la primera parte para ir creando el universo realista, pero en este caso, se juega con acierto con la prestidigitación y el engaño, en una línea cercana al Fraude de Welles. El ritmo es impecable.

Pero sin duda, el gran acierto de la película es la sutileza y la moderación. Para un público al que cualquier tipo de ritual exorcista no provoca más que carcajadas, es difícil ofrecerle este tipo de material. Sin embargo, se acierta al reservar en pequeñas dosis los amagos sobrenaturales, y al buscar un equilibrio ambiguo entre lo paranormal y la enfermedad mental. Es todo un acierto que el primer exorcismo sea abiertamente falso, e incluso divertido, eso hace que el resto, por contraste se vuelva más intenso. Son pequeños trucos de mago como este los que consiguen que la película funcione. Sólo al final, se permite el desmadre paranormal, pero ya no importa, ya no hay que guardar nada para después. La imagen del evangelista corriendo ensimismado hacia el fuego con una cruz es impactante. Pero sobre todo los momentos en los que la cámara debe adentrarse en el bosque o en la casa vacía, son terroríficos.

No olvidemos que la película no sólo se apoya en un suceso paranormal, sino que se adentra en una sociedad, la de la américa profunda más ignorante y supersticiosa, donde sobrevuelan los fantasmas del incesto, del dogmatismo, del maltrato. De un grupo cerrado y potencialmente hostil. En la medida en la que el retrato social es bueno (y lo es, más que en muchas películas oficialmente sociales), el suspense se vuelve psicológicamente mucho más intenso.

Sí, parece fácil, pero acertar en todo no lo es tanto.



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