Crítica de la película Una vida sencilla por Obi-Wan

El cine asiático es un cine que cada día llega a más público, que no lo rechaza ya por sistema. Japón y Corea por ejemplo juegan en una liga que se atreve con todo, mientras que China todavía se encuentra recluida bajo una censura que no les permite pronunciarse sobre ciertos temas. Aún así, su fuente de inspiración sobre la familia, las relaciones personales y los sentimientos más profundos que intentan ocultar, siguen proporcionándonos historias llenas de emoción y belleza.

 Buena muestra de ello nos llega de la mano de la directora Ann Hui, que en sus más de treinta años de profesión, ha realizado films que versan siempre sobre temas sociales, que incluyen también adaptaciones de novelistas chinos como Louis Cha o Eileen Chang, a quienes respectivamente podemos conocer en nuestro país por las películas que se han inspirado en otras obras suyas como Ashes of time o Deseo, peligro respectivamente. Con sus anteriores trabajos ha desfilado por variados festivales internacionales. Este nuevo trabajo de la realizadora se basa en una historia real, centrada alrededor de una familia acomodada, con la que competirá en la sección oficial del Festival de Venecia.

 Una buena opción para visionar un relato convencional pero de aire personal e íntimo, dónde se sabe mostrar lo que se intenta ocultar bajo las tradiciones y las posturas inflexibles.