Crítica de la película Cold Mountain por Iñaki Ortiz

Llegó el momento de hablar de Cold Mountain. Este era un tema que andaba esquivando convenientemente, pero, ya que, hoy me enfrentaré cara a pantalla a esta película, el tiempo de huir ha terminado. ¿Y a qué se debe mi reticencia? La culpa sin duda la tiene su director el Sr. Minghella.

Hay en mi opinión dos posibilidades, aunque siempre cabe una tercera mediadora de las anteriores. Primera posibilidad: Anthony Minghella, afamado director repite el éxito obtenido con “El Paciente Inglés”, hablándonos de una historia de amor en tiempos de guerra. Cuidado el sector masculino con esta película, como hemos visto en telecomedias variadas “él” siempre ha odiado esta películas romántica por soporífera, mientras que ella la tiene en muy alta estima. Pero bueno, saliéndonos del tópico, pienso que esta era una interesante película a tener en cuenta. Si nos cambia dunas por picos nevados, si torna unos amores por otros, y si, posiblemente, enriquece el aspecto bélico, creo que esta será una película que merecerá la pena ser vista.

Pero en el historial más reciente de Minghella nos topamos con lo que para mí representa una tremenda mancha. Debo de ser de esa gran mayoría de la que habla el amigo Rómulo que no soportó el discutible talento de Mr. Ripley. Me resultó aburrida y mal trazada. Esta sería la segunda opción, que Cold Mountain viajase más por esos oscuros derroteros.

Y aquí es donde me siento perdido y no puedo más que tomar una decisión nacida casi por completo del puro azar. Así que, queriendo ver el parecido entre el reflejo de la arena y la blancura de la nieve, y confiando en el jugoso plantel estelar, me decanto por la primera opción. Y animo a darle, como yo hago, un voto de confianza. Eso sí, quienes sólo busquen la acción de las escopetas, mejor que se olviden del tema.


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