Crítica de la película Camino por Iñaki Ortiz

Drama y denuncia en tono mágico


4/5
25/09/2008

Crítica de Camino
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Javier Fesser no ha cambiado su mirada, simplemente ha elegido una temática que mueve su registro hacia el drama. Si con Mortadelo y Filemón nos reíamos con ganas, con esta película ha decidido encoger el corazón del público. Es un drama duro que se hace aún más duro en tanto que se apoya en hechos reales. Es descorazonador ver  la enfermedad de la niña, pero casi se hace más difícil de tragar el hecho de que desde su nacimiento ya le hayan robado su vida.

Por supuesto, Fesser aprovecha para arremeter con todas sus fuerzas contra la iglesia católica más recalcitrante, y quiere llevar su mirada a los entresijos del Opus, y más concretamente, al mundo de las numerarias. Un tema del que no se habla demasiado y que oculta un fondo sobrecogedor. Está claro que es la mirada personal de Fesser, claramente posicionada, que a pesar de sus declaradas intenciones de objetividad, no deja de ser un alegato en contra, por muchas verdades que pueda contener. Esta visión tan agresiva desmerece un poco el mensaje de la película, aunque favorece el drama. En cualquier caso, es de agradecer que el director denuncie ciertas actitudes insanas, el pensamiento único, la manipulación y el fervor religioso más autodestructivo. Un alegato en favor de la alegría contra la vida entendida como un camino de lágrimas.

Fesser juega con los dobles sentidos de los diálogos, con la ironía más doliente, con el impacto tragicómico. Aprovecha el terreno de los sueños para ofrecer el sello de la casa, un mundo mágico. Estos aspectos no resultan tan impecables como lo han sido en sus anteriores trabajos, pero en contrapartida, una historia mucho más intensa les da un valor superior. Usa también sus objetos icónicos, casi caricaturescos. Hablo de cosas como la ratonera o la caja fuerte musical.

Un reparto no demasiado conocido funciona de maravilla, empezando por la expresiva protagonista, Nerea Camacho y su cándida hermana, la actriz Manuela Vellés, que ya habíamos visto en Caótica Ana. Aunque quizá quienes mejor borden su papel, en un tono casi paródico son los dos sacerdotes principales.

Una historia que bien se podría encuadrar en un distópico relato de ciencia ficción sobre pensamiento único, pero que, por aterrador que parezca, se puede ambientar sin problemas hoy en día. Intensa, ayudada por la envolvente banda sonora de Rafael Arnau y las muy bien elegidas canciones, hacen que las dos horas y veinte de película no resulten para nada pesadas.



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