Crítica de la película El Pasado por Iñaki Ortiz

El principio de incertidumbre de Farhadi


4/5
27/04/2014

Crítica de El Pasado
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Hoy, con solo leer un tweet de 140 caracteres, hay quien se forma un punto de vista firme sobre casi cualquier tema. La realidad, por supuesto, siempre es más compleja. Esto es lo que viene a mostrar Asghar Farhadi con su última película, El pasado. Para ello, sitúa al espectador en un momento concreto de la vida de unas personas, con un pasado desconocido por detrás. Es algo parecido a llegar una película ya empezada, con el esfuerzo que requiere ir deduciendo lo que ha ocurrido hasta ahora. Una mujer espera a un hombre en el aeropuerto. Les separa un cristal y no escuchamos sus voces. Aquí el espectador ya puede formarse su primera idea, que después verá derrumbada, para más adelante, comprobar que ciertos aspectos de esa idea no eran del todo falsos. Y esto ocurre constantemente durante las más de dos horas de metraje, descubriendo, derrumbando, matizando y rizando el rizo hasta el extremo. Quizá hasta demasiado.

Los personajes continuamente tienen actitudes que son difíciles de juzgar, pues en pocos momentos responden a una sola motivación. Farhadi demuestra un dominio asombroso a la hora de colocarse en la piel de cada uno de sus personajes, matizar sus reacciones y permitirles comportarse de una manera abierta. Por un lado, con esto consigue un hiperrealismo admirable. Por otro lado, propone un desafío al espectador que debe romper constantemente los clichés que se presuponen en cada momento.

Es relativamente habitual que el espectador deba preguntarse cuáles son las verdaderas motivaciones de un personaje al actuar de determinada manera; si son unas u otras -normalmente si son "buenas" o "malas". Lo interesante aquí es que probablemente haya un poco de ambas en cada caso, como ocurre en el mundo real. Este es el principio de incertidumbre que nos ofrece Farhadi, rompiendo cada certeza, y recordando también que el hecho mismo de investigar influye en el resultado.

Habla también de la culpa, y la reduce al absurdo diluyéndola y repartiéndola, hasta que prácticamente no queda nada. Rechaza así el peso de los actos pasados y nos invita a centrarnos en el presente, a actuar consecuentemente con las circunstancias actuales, a ser flexibles para sobrevivir en un mundo sin apenas verdades absolutas.

Baja en la última media hora, especialmente por la ausencia del protagonista y por una obsesión excesiva por diluir la realidad, pero eso sí, remata con un bellísimo plano secuencia final, inteligente y emocionante.



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