Crítica de la película Fuerza Mayor por Iñaki Ortiz

Entre los sueños y el diseño abstracto


5/5
12/03/2015

Crítica de Fuerza Mayor
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película

La interpretación de los sueños es una práctica cuando menos dudosa, especialmente cuando se lleva al absurdo de exactitud o a la superstición del vaticinio, pero lo cierto es que muchas veces simplemente refleja una codificación de emociones del inconsciente colectivo. Una manera general en la que nuestro cerebro se comunica con nosotros. Algo bastante cercano al surrealismo, y no es casualidad que esta disciplina se haya fijado en muchas ocasiones en el lenguaje de los sueños. La última película de Ruben Östlund tiene una carga surrealista considerable y quizá podamos interpretarla como un sueño. Por ejemplo, el principal desencadenante de la trama es una avalancha de nieve. Buscando en Internet -de forma bastante informal, no lo niego- encuentro esta explicación sobre soñar con algo así: “En el caso de que sea nieve o agua, el sueño habla de pasiones y emociones, siendo la avalancha una tormenta emocional que estás a punto de sufrir”. Está claro. Vamos ahora al final, a la cuestión de bajarse del autobús: “es un claro aviso de que deseas romper con tu rutina, que no quieres seguir con la vida que has llevado hasta ahora y que ya no das más. Nuevamente significa que el cambio llega”. Si a eso le sumamos que el bus está conducido de forma insensata, el concepto es aplastante.

La película es un lienzo en blanco

Quizá uso demasiado este argumento, pero esta película es como un sueño. Que una avalancha caiga sobre ti estando en una terraza; que el conductor del autobús sea un peligro; que otra avalancha, esta vez de machos, te arrastre; romper la pureza de la nieve virgen con tu rastro; que un objeto volador medianamente identificado te arrolle en el momento de máxima tensión. Todo tiene un estilo onírico, con la manera metafórica pero contundente con la que nuestros sueños nos gritan en la noche. Detallar la simbología de cada uno de estos y de otros momentos de la película, daría para un bonito artículo y para un mejor debate. Seguramente tendríamos percepciones distintas. Posiblemente el autor no necesita que tengamos una idea clara y exacta de su significado. Lo importante es que nos llegue la enorme carga emocional de la película; sobre la familia; sobre la relación de pareja; sobre los roles de hombre y mujer; sobre ser honesto con uno mismo y con nuestra gente. Es un drama de pareja muy nórdico, en el sentido abstracto. Es una historia de ese hombre y de esa mujer, sí, pero también es una historia sobre los hombres y sobre las mujeres, sobre la clase acomodada en su peligrosa zona de confort, sobre educación, sobre distancia generacional. Es absolutamente ambiciosa y sorprendentemente precisa. Recuerda a Haneke y su frío bisturí -también en la planificación y el tono.

Si la película es un sueño, no cabe duda que es una pesadilla. Por esta razón Östlund rueda las vacaciones de esta familia como si fuera una película de terror. Con bruscos arranques del Verano de Vivaldi. Con explosiones de cañones -esas que pretenden que todas esas nieves/emociones contenidas salgan poco a poco. Cañones de los que a veces solo escuchamos su explosión y vemos la luz bajo una niebla propia del terror fantástico. “Ovnis” que sobrevuelan una noche nevada. La estación aislada, como en El Resplandor. Y la calma. Esa forma de deslizarse por la nieve con el sonido relajante de los esquís, con unos suaves movimientos en los que la cámara también se desliza. Esa calma que, como a veces la propia banda sonora sugiere, está a punto de preceder a la tormenta.

La familia va de azul

La fotografía es absorbente, hipnótica. A veces toma el paisaje nevado como un lienzo sobre el que dibujar, rasgando la blancura. La nieve se presta a juegos visuales, ya la utilizó Lois Patiño en su “Montaña en sombra”. Pero aquí no es solo un ejercicio de estética, es también un tablero de juegos para colocar, con buscado minimalismo, las piezas sobre las que quiere trabajar. Una paleta mínima. El fondo blanco. El azul y el rosa, masculino y femenino -fijaos cuando, al principio, duermen los cuatro juntos, que van del mismo color, de azul, el azul del padre que aún no ha perdido su autoridad. El resto de los colores son apagados, suaves. No veréis un verde en toda la película, casi ni entre los árboles. Blanco, azul, rosa y ocre. Y además, en una gama muy reducida. Es como si fuera una película de diseño. Un diseño conceptual. Abstracto, como decía antes, donde los colores son también información.

Citaba antes El Resplandor, y es que hay mucho de ese terror geométrico de Kubrick. Pasillos, túneles, movimientos armónicos y un uso agresivo de la música clásica. Pero si hay una película de Kubrick que relaciono especialmente con esta es Eyes Wide Shut. Como en aquella, hay un desencadenante que provoca una conversación sincera y agresiva en la pareja, que marca claramente los roles de género, y que provoca un distanciamiento y un descenso a los infiernos -especialmente en él. Hay un amago de adulterio, aunque muy leve y una especie de orgía, aunque menos presente. Sumándole la simbología y el asepticismo europeo de Haneke, tenemos una obra muy poderosa, una obra mayor en la que, como en las películas de Kubrick y de Haneke, uno siente un cierto vértigo emocional, una constante opresión intensa. Una película que te atrapa y no te suelta.

Los túneles de Fuerza Mayor



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