Crítica de la película Lo imposible por Iñaki Ortiz

Espectáculo tramposo sin complejos


3/5
27/09/2012

Crítica de Lo imposible
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película A Juan Antonio Bayona no le importa mancharse las manos. No sé lo que opinará del amor y de la guerra, pero está claro que para él en el cine todo vale. Claro que el hecho de que él no sienta ningún sonrojo por usar los trucos más evidentes para conseguir sus objetivos, no quiere decir que nosotros, espectadores, no sintamos cierta vergüenza ajena. Cada vez que golpea con un mazo, cada vez que pinta una escena esperanzadora con la brocha más gorda que encuentra. Aunque quizá lo peor viene cuando subraya. Y siempre subraya. Ni siquiera espera al primer plano de la película, lo hace ya desde el rótulo que indica que la película está basada en una historia verídica y deja únicamente las palabras "historia verídica" en pantalla. Subraya cuando nos hace un plano de detalle de la alianza en el dedo de ella para remarcarnos que está pensando en su marido. Todo esto, no es una torpeza o un despiste. Bayona hace trampa y sabe que lo hace, pero no le importa. Lo que sea para conseguir sus objetivos, siempre que aceptes el juego sucio, claro.

En el otro lado de la balanza, en el positivo, hay que reconocerle una capacidad sorprendente en un director relativamente novato, para conseguir unos planos de acción impactantes. Toda la secuencia de la catástrofe es verdaderamente impresionante. Bayona no escatima en planos aéreos que lo muestran todo, tan seguro de sí mismo que no necesita ocultar el truco. Le da una lección al veterano Eastwood, que, en las mismas circunstancias, rodó un espectáculo mucho más pobre con Más allá de la vida.

Bayona opta, en muchos momentos, por un tono de terror de serie B. Se diría que trata al mar como a una entidad maligna, el villano de la película, con unos planos de pura amenaza que rozan la parodia. Vómitos de sangre dignos de Balagueró y momentos de violencia rozando el gore muy de cerca.

Es una película que habla sobre lo mejor del ser humano, la generosidad y la solidaridad. El director parece un discípulo aventajado del Spielberg más optimista, y como aquel, nos plantea todo tipo de situaciones cursis y poco creíbles de superación personal. La gran diferencia - aparte de tener el aval de John Williams- es que el maestro sabe exactamente cuánto deben durar los planos de cada rostro de admiración, cómo aliterar con montaje ágil las pequeñas hazañas (estoy pensando ahora en el chaval buscando nombres). En definitiva, conoce suficientemente bien el lenguaje emocional como para que el espectador no se dé cuenta de la cursilada que ha visto hasta después de la película. Aquí el rechazo es inmediato y la mayor parte de las emociones se ven lastradas por ello.

Con todo, una divertida sesión palomitera para espectadores sin complejos, con unas escenas de acción potentísimas y un uso excelente de los efectos especiales (de Oscar). Le auguro una carrera llena de blockbusters en Hollywood.



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