Crítica de la película Tusk por Iñaki Ortiz

Esperpento dramático


5/5
06/11/2014

Crítica de Tusk
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Kevin Smith venía renqueando desde Jay y Bob el Silencioso contraatacan, posiblemente su peor película, y una floja aunque algo reivindicable Jersey Girl. Después de un par de comedias resultonas como Clerkes II y ¿Hacemos una porno?, acabó en esa tontería que fue Vaya par de polis. Sus gracietas se agotaban, así como la confianza de sus fans. Y cuando ya muchos empezábamos a darle por perdido, salió por donde menos se le esperaba: el terror. Red State era un interesante cambio en su carrera, que combinaba el terror serio con su habitual tono satírico. Uno de los aspectos más reconocibles de su personalidad en aquella película era el atrevimiento. Y ahora parece haber encontrado el camino en esa dirección. Tusk vuelve a abordar el género de terror y, desde luego, se gana el calificativo de atrevimiento.

A veces hace falta tocar fondo para sacar lo mejor de uno mismo.

Justin Long

Tusk es una broma absurda, un disparate, y al mismo tiempo, es enfermiza. En el cine posmoderno es habitual evidenciar la ficción, mostrar las costuras, no intentar sumergir al espectador en el artificio, sino hacerlo patente, decirle: los dos sabemos que esto es mentira, disfrutemos de ello. Smith va más allá. Al comienzo muestra un rótulo que indica que los hechos son reales, para después mostrarnos un disparate y finalmente, en cierto modo, hacer válido ese aviso inicial. Constantemente está recordando que lo que nos cuenta es un despropósito, una gran broma que comparte con nosotros. No solo que no es verdad, sino que es una tontería. Una prueba clara, más allá del tema central que es indigerible, es la caracterización caricaturesca, boina incluida, de Guy Lapointe (con un Johnny Depp irreconocible, en uno de sus papeles más interesantes de los últimos años).

Y sin embargo, aunque evidencia una y otra vez la broma, e incluso mientras lo hace, pretende crear en el espectador una sensación inquietante, viciada, esperpéntica y terrorífica a la vez. Como un payaso aterrador. Requiere del espectador esa reacción tan difícil de conseguir que es plantearse si el director va en serio, al mismo tiempo que consigue entra en la acción. No es una película de terror con puntos cómicos como ocurre habitualmente, no, aquí lo el mismo objeto cómico es el que resulta escalofriante. Una sensación ambigua complicada de conseguir, pero que llevada a buen término es deliciosa, como una mezcla explosiva de sabores.

Para conseguirlo, construye con paciencia una atmósfera de opresión, con el clásico proceso de secuestro gradual, al estilo de Misery, con ese anciano -nuevamente imponente Michael Parks- de doble cara, hospitalaria y severa, con esa posesión desquiciada. Para ello, tenemos unas secuencias oscuras -en sentido literal y metafórica- que enfrentan a nuestro antihéroe con el villano, poco a poco, a ritmo de clásico de la Hammer. Aunque, si bien Misery es el patrón oficial, diría que esta se encuentra más cerca de La piel que habito, especialmente por el tema de la transformación obligada, un extremo de control aterrador, íntimo. Smith articula todo esto al rededor de largas conversaciones y las historias de un viejo marinero con demasiado pasado. La locura de lo que se cuenta, el gusto por el terror de la palabra y las aventuras acuáticas con seres casi mitológicos recuerdan al estilo de Lovecraft, otro que no tenía problemas en rozar lo absurdo, lo esperpéntico. Siempre llegando a la pesadilla desquiciada. Podríamos estar hablando aquí de weird fiction, algo entre el terror y el fantástico, anclado sobre todo en lo más bizarro.

Michael Parks

Pero Smith no se queda contento con conseguir eso y acaba en un triple salto mortal: el drama. Cuando ya ha hecho mil veces patente la broma que nos cuenta, deja un espacio a la reflexión, al drama y a cerrar el arco dramático del protagonista. Inserta un flashback anticlimático más, ya en el epílogo. Una vez más, toma otra decisión contraria a la norma, evitando ser complaciente con el espectador. Y todo ello para intentar llegar más lejos. Ya ha conseguido inquietar con su historia enfermiza a la par que burlesca; ahora quiere conseguir un momento emotivo para terminar. Pero sobre todo, quiero volver a provocar la misma pregunta en el espectador, que por un momento duda de si debe o no tomarse en serio la película. Y claro, la respuesta es que sí y que no.

Detrás de toda esa chanza, subyacen instintos, violencia salvaje, odio a la sociedad. Y en el personaje protagonista, una caída, más allá de lo imaginable, para recuperar su humanidad en espíritu, al perderla en cuerpo.

A veces hace falta tocar fondo para sacar lo mejor de uno mismo.

Pero por si aquí el espectador se lo estuviera tomando demasiado en serio, Smith termina en los créditos con el podcast y las carcajadas, lo que nos recuerda dos cosas: que el director nunca hará una película del todo en serio, sea el género que sea; y que posiblemente esta sea la primera adaptación cinematográfica de un podcast.



Google+

comments powered by Disqus
Tusk en festivales: Semana de terror 2014




Más críticas de Tusk

No hay precrítica.
Desarrollado por Dinamo Webs
Creative Commons
Publicado bajo licencia
de Creative Commons