Crítica de la película El último gran mago por Hypnos

Una película sobre Harry Houdini siempre es un bombón apetecible. El principal problema de esta película está en ver si su existencia forma parte de que el cine de magos se haya puesto de moda en los últimos años (El ilusionista y El truco final) o si en aquélla late una idea por la que merezca la pena invertir parte del sueldo.

De lo peor a lo mejor empezaré por hablaros de Catherine Zeta-Jones, de la que sólo se tenía noticias de Sin reservas desde que prestara su cuerpo a esa ingente bazofia que fue Ocean's twelve. Ganadora de un Óscar a la mejor secundaria por Chicago, mucho me temo que su principal atractivo será el del fetichista: verla con ligueros y luciendo escote por el corsé.

Junto a ella y llevando el peso del principal está ese actor tan interesante llamado Guy Pearce, del que hace poco vimos First snow, del que nos cansamos de esperar la escandalosa Factory girl, y del que siempre recordaremos su Leonard de Memento y su Ed Exley en L.A.Confidential.

Australiano como él es la directora del film, Gillian Armstrong, una de las que formó parte de la Nueva Ola Australiana, junto a los actores Mel Gibson y Judy Davis; y los directores Peter Weir y George Miller. Suyas son las desconocidas My brilliant career o The last days of chez nous, o las más conocidas Mujercitas y Óscar y Lucinda.

Pero tras Expiación, creo que una de las mejores películas del año, me apetece, y mucho, seguir a Saoirse Ronan, la niña encargada de dar vida a Briony Tallis.

Poco bagaje para muchos, pero suficiente para mí que se va a conformar con una historia en la que el amor quedará por encima del suspense y de la tensión. Cine filmado con mimo y gusto.