Crítica de la película El Dictador por William Munny

La fórmula de Sacha Baron Cohen, la estrambótica fórmula de llamar la atención del extravagante actor, vuelve a nuestras pantallas con un nuevo personaje, un dictador ridículo que propondrá las hilarantes acciones políticamente incorrectas a las que nos tiene acostumbrado su humor mezquino.

Como ya hiciera con su director Larry Charles (Religulous) en Borat o Bruno tratará de soltar escenas atrevidas, rozando el falso documental pero con situaciones altamente provocadas para lograr incredulidad alrededor, tratando de apedrearnos con el mensaje crítico que con tan poca vergüenza aplica.

Recientemente perdonado por el país que ofendió en Borat, muestra del potente calado de su cine terrorista, sólo puede prometer un más de lo mismo aún más perfeccionado. Acercarse a al cine de Sacha Baron Cohen (La invención de Hugo) es disfrutar, pero también poner límites mentales al ejercicio de su crítica burlesca y ofensiva en el cine, es sinceramente no quedarse en absoluto aletargado por sus escenas, siempre provocadoras.

Es de un mérito admirable lograr tener un estilo propio, es de un mérito admirable ser capaz de que el público acuda aún sabiendo que eres más que grosero e indecente, pero de más mérito es prolongar en el tiempo tus intenciones sin intención de alejarse de tu idea principal, provocar y a lo grande.