Crítica de la película Los últimos días en Marte por Iñaki Ortiz

La serenidad


4/5
26/10/2014

Crítica de Los últimos días en Marte
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Los últimos días en Marte tiene un argumento con unos recursos dramáticos de sobra conocidos. Es una película de infectados, que trivialmente, está ambientada en otro planeta. El miedo al contagio, la eliminación sistemática de un conjunto de personajes que se presentan al principio, las situaciones emocionales de perder a un ser querido o, incluso, ser consciente de la pérdida de uno mismo. En Marte, como podría ser en el polo norte. Quien diga que es una película trillada o que ya la hemos visto, tiene una línea muy cómoda de argumentación. Yo creo que es una película refrescante.

Los aspectos de convencionalismo y los caminos transitados se refieren todos al argumento, pero, amigos, la trama ha muerto. Sí. Lo que me interesa de esta película es su tono anticlimático para una película de zombies. Toma prestado ese aspecto sobrio y reacional de las película de astronautas comportándose con la serenidad para la que están entrenados -podríamos nombrar muchas, hasta la reciente Gravity, pero me recordó especialmente a la española Stranded- para aplicárselo a un género, en principio tan visceral como es el de los zombies. El resultado: zombies llamando a la puerta con virulencia mientras los protagonistas toman decisiones con calma. Una tranquilidad que, por supuesto, se trasmite a las decisiones formales. La planificación, el montaje, la relajada (y como siempre excelente) banda sonora de Max Richter. Por otra parte, cuando un personaje pierde los papeles, el efecto es mucho mayor.

Y el aporte del planeta rojo no viene solo a la hora de aplicar una calma científica. Hay un valor paisajístico importante, y no hablo solo de postales. Para empezar, el hecho de ver a una persona sin casco en plena superficie de Marte, le añade todo el aspecto terrorífico que en otras películas vendría dado por sus movimientos u otros efectismos. El entorno hostil se multiplica. Y no nos olvidemos de lo impactante que resulta, en el ambiente aséptido de una instalación espacial, una pared cubierta de sangre. Un recurso, este sí, que ha sido muy explotado. Pero lo que más me interesa son los pequeños detalles ambientales del planeta. Y aquí, creo que tenemos un nuevo director a seguir, Ruairi Robinson. Esa luz tenue constante, ese amanecer que te despierta en un vehículo terrestre en mitad de la nada marciana. Esos faros oscuros en la noche, que podrían ser los de una road movie, alumbrando el desierto americano, caminos perdidos, pero aquí con el baño de color rojo que nos redefine el significado de la palabra "perdido". Esa cotidianeidad de los viajes por Marte, y ese gusto por la ciencia ficción dura, que recuerdan mucho a la genial saga literaria marciana de Kim Stanley Robinson (Marte Rojo...). Una película de sensaciones que contrasta con el terror funcional habitual del cine de zombies. Una desestructuración sistemática de los mecanismos del suspense y un gusto por el esteticismo espacial al mismo tiempo que por el realismo cotidiano, que la dejan en un punto sorpredentemente equidistante de las dos colaboraciones de Danny Boyle con Alex Garland: 28 días después y Sunshine.

Tramas hay muchas, y muy originales, pero el atrevimiento de echar abajo los convencionalismos del género en terror, no se ve todos los días. Si esta es su primera película, le auguro un buen futuro a Ruairi Robinson.



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