Crítica de la película El largo domingo de noviazgo por Iñaki Ortiz

Las comparaciones son odiosas


4/5
09/02/2005

Crítica de El largo domingo de noviazgo
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Uno se encuentra una película como esta en la cartelera y da gusto. Uno se dice: sí, está bien hecha, con buen cuidado. Cuidado en todos los aspectos técnicos y artísticos.

Eso sí, el problema llega con las comparaciones, algo que a poder ser hay que evitar. Porque si uno piensa en la anterior película de Jeunet, “Amelie”, empieza a ver agujeros negros por todas partes. La banda sonora que es, en mi opinión adecuada, pasa a ser simplemente correcta, la fotografía que está cuidada pasa a tener un todo anaranjado molesto que no me termina de cuadrar. Los interesantes retazos de personalidad que presentan a los personajes pasan de ser repetitivos (porque ya lo hizo, y no está bien copiar ni a uno mismo) y poco sutiles y afinados como podían ser los de “Amelie”. Los personajes que no están mal pasan a no terminar de tener excesiva fuerza, y aquello de “Perro pedorro trae a ahorro” en primer plano contrapicado parece rechinar un poco, y eso que no puede ser malo quien conoce los refranes. Todo esto por comparación, claro está, que sino uno se queda bien contento.

Claro que con lo que yo no me quedo contento, ni por comparación ni de ninguna otra manera, es con que haya un laberinto de nombres sin especial cuidado, y mira que el viejo Hitch ya advertía que hay que tener cuidado con los nombres de los personajes (y añando yo: “y más si son personajes a veces tan parecidos físicamente y de rol). Tampoco me gusta que sea la clásica trama que te lleva aquí y allá con una complejidad artificial (quiero remarcar “clásica” con el tono más negativo de esta palabra). Y definitivamente tampoco me gusta un final tan templado como el que tiene esta película.

Y con todas estas quejas, las película me ha gustado. Me ha gustado porque tiene esos momentos Jeunet, como aquel de “Si llego hasta la curva antes que el coche, Manech seguirá con vida” con esa música reforzando. O ese cartero y la gravilla, tan Jeunet y tan Jacques Tati. Esos planos poderosos y esos pequeños detalles, esos juegos como el del disparo al espejo. Y muchos, muchos detalles. Muchos más que defectos.

Una película que vale la pena, pero desde luego no sentí desde los primeros segundos que empezaba a levitar, como ya me pasara la primera vez que contemplé el fabuloso destino de Amelie Poulain.


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