Me como con patatas la ligereza con la que presupuse este film mucho más lleno de lo que aparenta, mucho más extenso de lo que parece y mucho más, aunque de nota alta pero por poco, interesante de lo que pudiera haber pensado.
A pesar de ese aire de violencia pegagosa que nutre el film desde el comienzo, el aire puro que se respira con un montaje intenso, hace que poco a poco, te veas inmerso desde una historia curiosa a una más grande que abarca mucho minutaje. Confieso que con varios trucos de vuelta atrás de cámara lenta y un personaje principal tan majete, pensaba en otro final, en otro desarrollo, y desde luego no me fiaba, pero no ha sido así.
El film estaba entrando con firmeza en mi retina, y no es que sea nada del otro mundo, pero quizás la clave es que no para, es que no se rie de sí mismo, es que muestra con realismo situaciones que pudieran no pasar la criba, y sobre todo ata y ata, pelea y pelea para entretener, no lo deja todo en manos de lo más sencillo personalizando un género que se está convirtiendo paso a paso con ejemplos de última tendencia.
Especial mención a varias escenas, como la fiera caída de bragas del matrimonio, una casa rusa infectada, un vagabundo que susurra, una casa de chocolate y golosinas y un niño que al fin sonríe a base de cariño. Detalles, que junto a una decencia de montaje, un ritmo de mención y la sensación de absoluto respeto a la historia, exagerada pero bien exagerada, consiguen un film especial, distinto, muy trabajado y con giro final que se le puede permitir porque se lo gana a pulso.
Una de las claves supongo, que no quería abandonar la sala, que no conocía el final incierto, que ha intentado ser imposible siendo posible, me ha cautivado.