Crítica de la película El rey Arturo por Iñaki Ortiz

Los caballeros de la mesa sonrojante


1/5
18/08/2004

Crítica de El rey Arturo
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Si esta película me hubiera resultado mediocre comentaría seguramente que la historia detrás de la leyenda carece de fuerza y resulta de lo más sosa. Que la película ni se molesta en darle mayor importancia a la mesa redonda (que apenas aparece). Y ahí se quedaría la cosa.

Si además de eso fuera mala, hablaría de sus batallas rodadas de forma tosca, sin fuerza, sin emoción, sin claridad y, dicho sea de paso, sin extras suficientes. Hablaría también de lo inadecuado de la elección de Owen como rey Arturo, un tipo que ni siente ni padece, simplemente está. Un Arturo descafeinado. Hablaría también de lo pobre de la banda sonora, y no por fallo del compositor, sino por la necedad absoluta del director al decidir donde y como va distribuida la banda sonora (recuerdo con cansancio la escena del obispo indicando los detalles de la misión a Arturo con una música de fondo que simplemente estropeaba el silencio).

Todo eso diría y puede que más. Pero definitivamente me quedaría corto, porque la película no es ni mala ni mediocre, es sonrojante. Es sonrojante porque provoca risa en la mayoría de su metraje (a veces parece escrita por los Monty Pyton). La escena del hielo, los monjes de vuelta a su emparedamiento, la flecha al traidor en el árbol... pero sobre todo, los personajes. Lancelot con pinta de chicano (sólo le falta un cadillac rosa y pasearse por Miami), y como no se puede meter el tema de la traición a Arturo con Ginebra el avispado guionista decide plagar la película de comentarios sobre su paternidad sobre hijos de otros (terrible!). Merlín con pinta de fumeta surfer anciano que está sonado y sucio, su participación va de lo anecdótico a lo absurdo. Y Ginebra... que aporta el inevitable “las chicas son guerreras” que tanto le gusta últimamente a tío Dollar. Y no comento más peronajes no porque sean menos sonrojantes si no por no hacer perder demasiado el tiempo al lector. El director, por decirlo de manera eufemística diré que es un patán. No ha sido capaz de acertar con el plano en toda la película. La fotografía simplemente brilla por su ausencia y el clima, que tanto bien hace a este tipo de películas, es algo que no está ni cuidado ni descuidado, simplemente no está. Los dircursitos sobre la libertad y demás, desmesuradamente abundantes, resultan primero patéticos y después aburridos (ya desde el principio con el padre de Lancelot gritando “¡honor!” como un energúmeno. Hermandad insospechada y emoción de mercadillo.

Y por último, lo mínimo que se puede esperar de una producción de estas es que al menos haya dinero invertido, porque esta película huele a bajo presupuesto por todas partes. Un poco de decencia, si jugamos al cine comercial metamos dinero por lo menos.


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