Crítica de la película Ida por Iñaki Ortiz

Maneras de vivir


4/5
28/03/2014

Crítica de Ida
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película No es extraño que una película tenga dos niveles independientes: la trama y el mensaje de fondo. De hecho, es habitual en el cine autoral. Lo extraño es que la trama, que aquí también está desligada del mensaje de fondo, sea un tema tan denso como el de la memoria histórica. Los efectos trágicos de la segunda guerra mundial, y el miedo que hace actuar a personas normales de forma terrible. El horror. El recuerdo, el dolor, la necesaria aceptación, la culpa. Todo eso y más, solo es el hilo argumental de primer nivel que sirve para mantener el interés en la historia. Y lo mantiene, a pesar de su ritmo pausado y sus generosos silencios. Con esto, muchos se darían más que satisfechos.

Pawel Pawlikowski va más allá. Utiliza cada personaje para representar un concepto o grupo. La religión, el sectarismo ideológico, el arte. Cada personaje está bien construido y actúa de forma coherente, pero más allá de su propia concreción, nos habla de una idea. De esta forma quedan retratados varios aspectos de la Polonia de los años 60. Pero por encima de eso, hay una lectura mucho más universal: elegir una forma de vida. La espiritual, basada en el sufrimiento del cuerpo; la lucha política, con un raíz mucho más colectiva; y la que se centra en la propia felicidad, la del músico, sin mayores aspiraciones. Ida va tanteando cada uno de estos estilos de vida, para comprobar finalmente que en ninguno de ellos encontrará una respuesta absoluta.

Esta manera de utilizar a sus personajes como conceptos abstractos, nos lleva directamente a Dreyer. Y si nos queda alguna duda de esta referencia, no hay más que observar la impecable estética en la que este cineasta está muy presente. Un exquisito blanco y negro, muy puro, con una luz bellísima. Encuadres muy trabajados, expresivos, extraños. Tanto que se puede convertir en un cierto exceso de preciosismo, lo que unido a sus dos niveles narrativos, ya de por sí densos, puede recargar demasiado la película. Aunque esta condición recargada es parte de su fuerte. Hace que la película sea más axfisiante. Transmite lo atrapados que se sienten los personajes en sus vidas a través de una elección audaz: el 4:3 que hace que el plano tenga mucho menos espacio. A veces lo reduce aún más con paredes y marcos de puertas.

Le saca el máximo partido a la expresividad de la actriz Agata Trzebuchowska, explotando sus ojos oscuros en su cara pálida, como una fuente de energía contenida en el hábito de una novicia. Los silencios prolongados desaparecen ante la intensidad, casi dolorosa, de algunos primeros planos.



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