Crítica de la película Resident Evil: Extinción por Keichi

Milla contra el mundo


3/5
30/10/2007

Crítica de Resident Evil: Extinción
por Keichi



Carátula de la película Cuando una película está hecha para ganar dinero, se nota. Que nadie me malinterprete. El cine es un negocio y, como tal, requiere de productos lucrativos para la industria. Ahora bien, existe una diferencia abismal entre el cine comercial de calidad y la mera franquicia que se explota hasta la saciedad. Al fin y al cabo, la industria solo ofrece lo que el público reclama. Si miles de jóvenes descerebrados buscan, como esos zombies hambriento de carne, su ración fácil de sangre y tiros, Holywood no tiene más que invertir unos millones para saciar sus exigencias. Todo esto pensaba antes de enfrentarme a la tercera entrega de la serie Resident Evil, a la que precedían dos films de dudosa calidad. No resulta justo comparar una película con otras obras -a pesar de estar relacionadas- sobre todo cuando el equipo responsable no es el mismo, aunque resulta ciertamente inevitable. Pero es precisamente esa comparativa la que termina por salvar a la película.

Para empezar, nos encontramos con un guión que hace aguas por los cuatro costados. Los más acérrimos seguidores de la serie de Capcom no podrán evitar quedarse tiesos en su butaca al ver en qué ha convertido Paul W.S. Anderson sus videojuegos favoritos. Como por arte de magia, la tierra se ha desecado, siendo sustituida por un secarral de arena. Ni que decir tiene que en este futuro apocalíptico casi no quedan hombres y que los muertos vivientes campan a sus anchas. Si el guionista se ha tomado semejante licencia, no es de extrañar que el resto de novedades sean igual de grandilocuentes. Tenemos a miles de clones de Alice, cuya figura domina por completo la película. El personaje de Milla Jovovich -una belleza espectacular- puede ahora reventar satélites espaciales con sus poderes con la misma facilidad que reduce a cenizas a una gran bandada de pájaros, gracias a la piroquinesis. Todo es puro exceso y, aunque lo cierto es que redunda en beneficio de la acción, el conjunto no tiene ni pies ni cabeza.

El desarrollo de los personajes es nulo. Las incorporaciones a la historia de Claire o el reencuentro de Alice con su amigo no tienen trascendencia. Es como si estuvieran ahí porque tienen que estar. Da lo mismo presentarlos. En la siguiente escena morirán de forma horrible, sin que hayamos empezado a entender sus motivaciones. El único personaje que se explota es el de Alice. El resto de humanos son meros acompañante que solo sirven para matar o morir a manos de las mutaciones del T-Virus. Esta desidia para con los personajes contrasta con la caricatura de los malvados. Las apariciones de Wesker o del doctor Isaacs son de risa y las actuaciones del reparto van en consonancia. Además, la película bebe descaradamente de tantas fuentes que es imposible enumerarlas todas. Sherlock ya ha esbozado a modo de ejemplo unos cuantos de esos plagios en su propia crítica, aunque a veces podamos hablar de homenaje como es el caso de Los pájaros de Hitchcock y el Zatoichi de Kitano.

Todo el desarrollo argumental es una mera excusa para la acción, esas escenas en la que Russel Mulcahy está en su salsa. Tienen ritmo esas batallas a campo abierto, compuestas a partes iguales de sangre, tiros y explosiones, con algún que otro cuchillazo. La música dura y la cámara ralentizada hace que entremos en una especie de catarsis de la que la película se resiente cada vez que tiene que volver a su absurdo argumento o sostenerse sobre sus pobres intérpretes. Por eso, cuando asistimos a la parte final, desarrollada en las instalaciones de Umbrella, hemos perdido todo el interés. En espacios cerrados, su director solo sabe recurrir a una pobre imitación del género, aunque sirve de excusa para contentar a los hardcore-gamers con la aparición de un Tyrant. Son tantos los defectos del film que a veces provocan vergüenza ajena. Entonces, ¿por qué salvar de la quema a la película? Volvamos al final del primer párrafo, donde se habla de las comparativas.

En efecto, contra todo pronóstico, Resident Evil 3: Extinción es la mejor entrega de la trilogía, aunque tampoco es que fuera muy difícil superar a sus dos flojos precedentes. Y es que lo que no se puede decir de la película es que sea aburrida, como le pasaba a Resident Evil: Apocalipsis y -en menor medida- a la primera entrega. El film funciona sobradamente como película de acción, pero en absoluto en el resto de sus vertientes, aunque tampoco es que lo pretenda. Hay, no obstante, una sombra de peligro en lontananza. Quizás lo más alarmante de todo sea ese final, abierto y excesivo, como todo el conjunto. De cara al futuro, el desenlace supone una autentica amenaza al espectador inteligente, así como una innegable fuente de ingresos a explotar hasta no dejar títere con cabeza. Como para confirmar el título de mi precrítica, no parece que la extinción vaya a poner punto y final a la serie Resident Evil en el cine.




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