Crítica de la película La joven del agua por Romulo

Muy bien


5/5
28/08/2006

Crítica de La joven del agua
por Romulo



Carátula de la película

Tengo que volver a ver La joven del agua. Sé que acabo de verla, sí. Aquí estoy, escribiendo. Aunque me he tomado un tiempecito antes de sentarme a escribir.

Para empezar, he de reconocer que no la he visto en la mejor de las condiciones de proyección, digamos. Esto, desde luego, y más tratándose de una película como esta, influye. Por eso me ha sorprendido gratamente entrar tan fácil en la historia, aceptar tan sencillamente las reglas del juego que impone Shyamalan, a pesar de lo fantástico de sus premisas.

Desde luego hay un aspecto evidente en la cinta. Es inmensamente artificial. De cabo a rabo. Un cuento de hadas (con todas las vueltas que le dé Shyamalan) en el que sus protagonistas, para colmo, han de encontrar las claves y mecanismos de ese propio cuento para llegar a su happy end, lo que implica que veamos constantemente todos los mecanismos y claves del propio guión de la película, de cada personaje, de cada diálogo, de cada situación aparentemente informal que, sabemos, antes o después tendrá su momento, su lugar, su influjo, su relevancia.

El acierto de Shyamalan está en no pretender eludir ese posible problema enmascarándolo. Sería burdo y, por supuesto, inútil. El director de El sexto sentido da el paso correcto al jugar a evidenciar, precisamente, esas claves y el rol que cada personaje cumple y convertirlo, incluso, en una de las propias claves de su trama. Ahí están ejemplos claros como el personaje del crítico de cine (una patadita a este gremio que, no quiero pensar mal, espero que no tenga nada que ver con la fría acogida crítica del filme en los Estados Unidos).

En cualquier caso, ese andamiaje tan marcadamente subrayado está ahí desde el primer minuto y, hasta que se descubre por donde marcha el juego, uno lo nota e incluso se siente un tanto molesto. Es quizás el problema (inevitable, probablemente) que genera la propia naturaleza de la película.

Más allá de esto, es cierto que de nuevo Shyamalan bordea el precipicio en una o dos secuencias. Esa escena con la ninfa leyendo el pasado del personaje de Giamatti está a punto de convertirse en un telegrama express para acabar de construirnos el personaje. Tiene una peligrosa manía Shyamalan en creer que puede enriquecer sus historias con personajes hundidos en el trauma, con familiares muertos en accidentes y demás, depresivos que pierden la fe y que necesitan de una buena historieta made in Shyamalan para reencontrarse con dios. ¡Señor director, deje de preocuparse por engordar sus películas con esas tonterías! Ganará usted, y ganará la película.

Recuerdo, también, la muerte del crítico. Otro momento arriesgado. Pero es otro tipo de riesgo. Del que aplaudimos. De hecho, reconozco que me ha encantado la artificialidad de esos encuadres, la voz en off, el ritmo de la secuencia. Era un momento complicado. Muy bien.

Entiendo, por ir terminando, que haya gente que no entre en esta rareza, en este cuento de hadas que se cuela en un mundo donde parece que la magia y la fantasía no tenían ya sitio. En el peligro infinito que los personajes de fábula afrontan al entrar en contacto con este mundo negro y perdido. Es una apuesta extraña, más que complicada. Pero, a mí, Shyamalan me ha ganado, me ha atrapado y me ha lanzado de lleno dentro de su piscina.





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