Estamos ante un drama contextualizado en la ocupación japonesa en China. Dirigida por Roger Spottiswoode, un realizador del que aparte de tiros, explosiones y un humor comedido de sus anteriores trabajos como El mañana nunca muere, El sexto día, Socios y sabuesos o ¡Alto! o mi madre dispara, no podemos destacar (sí se le puede decir destacar) nada más.
Esta historia, presumiblemente basada en hechos reales, tirará indiscriminadamente hacia nuestros puntos emocionales más sensibles, intentando paliar así sus carencias. Heroicas acciones, subtrama romántica y unos inhóspitos paisajes despistarán nuestros esfuerzos de buscar una cierta calidad en el guión, que mucho me temo que se limitará a contarnos algo que ya hemos oído muchas veces.
Su mayor reclamo, el guapísimo Jonathan Rhys Meyers (Match Point, August Rush) al estilo de Brad Pitt en Siete años en el Tibet pero más abrigadito.A su lado, Radha Mitchell (Melinda y Melinda, Silent Hill) y Chow Yun Fat (Piratas del Caribe 3, La maldición de la flor dorada).
Dura pero sensiblera, apta para aquellos que no exigen demasiado a la hora de sentarse en una butaca y pasar un rato viendo que no se salga de los parámetros habituales.