Crítica de la película Lincoln por Olmo

Parlamento, diplomacia y un hombre llamado Presidente


3/5
23/01/2013

Crítica de Lincoln
por Olmo



Carátula de la película Lincoln te deja indiferente. Al contrario que Abraham Lincoln y sus secuaces, su corte diplomática conspiradora, el lado privado de la blanca casa del presidente de la Unión de Estados, el juego político o el rostro arrugado del origen de una nación tan diferente al resto que aún continúa y queriendo encontrarse a sí misma pero presumiendo de ser la nación entre naciones. Lincoln tiene muchos peros, muchos huecos, por momentos está vacía. Es excesivamente diplomática, hierática, con tan poco margen de movimiento, tan encerrada en sí misma y tan poco abierta que obliga al gran caballero de la película, Daniel Day-Lewis, más cerca de su enternecedor papel en Mi pie izquierdo que bien le valió un OSCAR de la Academia a adaptarse al tranquilo ritmo del film y no viceversa. Su personaje es tierno, a la vez egoísta, soñador, filósofo de tres al cuarto, un americano corriente en una universo tan complicado y embustero como difícil. Pero no es un presidente. Ni su alarmante falsa gran estatura que se nota a leguas que el mismo actor camina forzado con unas alzas por debajo del pantalón recordando por momentos a Frankestein (es triste tener que mencionarlo) ni la estética peluquería y el maquillaje adquieren el caracter necesario para ver a Abraham Lincoln antes que a Lewis. Una pena dicho sea de paso.

Steven Spielberg patina y no hace honor a los Soldados Ryans o Shindlers que tan buenos resultados le dieron en épocas pasadas quedando en la memoria del espectador eternos momentos que el cine guardará hasta el fin de nuestros días. En esta ocasión se limita a ofrecernos un reparto generoso, unos decorados marca de la casa y sus particulares guiños atómicos con banda sonora original y parábola en movimiento. Tan hecha por y para los norteamericanos, felices y orgullosos de su historia con la que se vanaglorian para bien o para mal, que el proceso y análisis histórico apenas asoma, un concepto que en Europa tan asumido tenemos y que es previo paso para cualquier exposición histórica sea del tipo que sea. Se queda pequeña para su potencial, llena de minutos con típicos y tópicos de filosofía existencial yankie, discursos e ideas que tan rápido salen de la boca del hombre como se desvanecen. El hombre-nación por excelencia y el tan de moda en el cine tratado sobre la esclavitud, tan amplio y que tanto respeto merece no son tratados con la seriedad, la profundidad y el respeto que se merecen. Pero, al fin y al cabo, siempre han vivido al margen del resto. Eso, al menos, ya lo sabíamos.




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