Crítica de la película El tren de las 3:10 por Romulo

Puro género


4/5
10/02/2010

Crítica de El tren de las 3:10
por Romulo



Carátula de la película James Mangold, que también acumula pinchazos inexcusables en su filmografía, se perfila a través de trabajos serios, sobrios y bien trenzados como éste o la más antigua Copland, como uno de los artesanos a los que seguir la pista en el cine de género del Hollywood actual.

No tiene mala mano, muestra un cuidado por el detalle que se agradece y conoce los mecanismos del género, en este caso el western. No hace falta ver más de 20 minutos de El tren de las 3:10 para saber que Mangold ha mamado el género desde los más grandes títulos de sus más grandes épocas. Utilizando ésto de aquí y aquello de allá, cosiendo con suma delicadeza retales de diferentes patrones, consigue narrarnos una historia (no es nueva, es un remake de un film que ya fue adaptación de una novela de Elmore Leonard) aportándole ritmo, buena factura, escenas de tensión humana cuidadosamente entretejidas y, por encima de todo, el interés constante que un espectador de género le pide a cualqueir historia.

A Mangold le sale un western que bebe de los clásicos pese a estar formulado con un montaje más que moderno; algo parecido a lo que ocurre con su su banda sonora, para nada brillante pero insultantemente efectiva: Recurre a algunas de las fórmulas y giros habituales de lo que otros como Morricone ya descubrieron, pero lo hace jugando a buscar nuevas sonoridades. Espectacular el recurso de enrollar hilo de pescar alrededor de las cuerdas de piano para lograr esa especie de sonido (como el propio Marco Beltrami describe) de "piano-mandolina".

Lo mismo pasa con los actores: Tienen en sus manos roles clásicos, el rufián malvado cuyas fechorías fascinan o aterran a los demás, y el fracasado que encuentra una ocasión en la vida para ser el héroe que nunca fue y que desearía ser para sus hijos. Sin embargo, tanto Russell Crowe como Christian Bale los afrontan con miras más modernas, los enriquecen a base de puro carisma, el primero, y de extrema intensidad, el segundo. El resto del reparto no va a la zaga, con un Ben Foster que confecciona un villano que transmite, a partes iguales, pavor y pura grima.

Al final, 3:10 to Yuma no es una película que pasará a la Historia por brillanteces, virguerías ni hallazgos, pero entra a formar parte por derecho propio de esa colección de títulos que hacen que el western siga siendo un género del que muchos nos enorgullecemos.




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