Crítica de la película Ángeles y Demonios por Hypnos

Por varios motivos he decidido hacer de ésta, la semana del misterio. El viernes pasado vi El código Da Vinci en la tele, y espero en esta semana dar cuenta de la segunda adaptación de Dan Brown y de Los hombres que no amaban a las mujeres. Habrá muchos que pensarán que soy masoquista, pero ya hemos comprobado que ni Almodóvar se libra de los masoquismos.

No son muchas las esperanzas que tengo depositadas en esta película. Le pido el entretenimiento de unas buenas palomitas en buena compañía, un mínimo de ritmo, y un mucho de planos oscuros del Vaticano y de sectas cristianas. Este tipo de cosas me pierden, ¿qué le voy a hacer?

Vuelve a la carga Ron Howard, tras el parón de Frost contra Nixon, una película que sigo teniendo en mi lista de pending, y que me interesa mucho más. Y es previsible que vuelva con el mismo patrón que con El código Da Vinci. En esta ocasión no me he leído la novela de Dan Brown, pero no espero grandes novedades y sorpresas.

De Howard siempre se escriben y se oyen muchas descalificaciones, pero en estos días en los que vale más el estilo y la impronta personal que uno pueda imprimir a una obra, que el manejo de los mecanismos de la narrativa, me parece que su demérito es excesivo. Howard es un narrador a la antigua usanza, un artesano en el clásico y viejo sentido del término.

Tom Hanks vuelve a encabezar el cartel, con el tag de ser el mejor pagado de la Historia; junto a él, un Ewan McGregor que no termina de dirigir su carrera hacia ninguna parte interesante. Como ya sucedió en El código Da Vinci, hay un buen ramillete de secundarios, de los que destaco a Stellan Skarsgaard y a Armin Mueller-Stahl, al que vi hace poco en otro thriller de medio pelo: The international.

Por último, mención especial a una dupla de guionistas de contrastado reconocimiento: Akiva Goldsman y David Koepp. Ellos han firmado guiones de Una mente maravillosa; Yo soy Leyenda; Yo, robot; La guerra de los mundos; Indiana Jones 4 o La habitación del pánico. Claro que por mucho que metas una pluma cara en un texto blando, no vas a sacar mucho en claro.

Con las ideas claras, esperándome tan poco, no creo que me lleve una decepción.