Crítica de la película Animales de compañía por Beiger

El otro día me tocó precriticar Toda la culpa es de mi madre. Hablaba en mi precrítica de los tópicos y clichés del cine francés y de cómo ellos también tienen sus tics. En su caso, su subgénero más trillado es el cine de familias. No ponía la película muy bien, pero tampoco muy mal porque siempre puede ser peor. Y, para demostrarlo, la cartelera ha decidido darme la oportunidad de precriticar Animales de compañía. En efecto, se trata de una película sobre la familia y, en efecto también, será bastante peor que la típica película francesa con la misma temática.

Es cierto que hoy en día, con cuatro duros y una buena subvención del Estado (que somos todos) te haces una de esas películas baratillas que puedes rodar en el salón de tu casa, donde lo importante no es otra cosa que el propio guión. O sea, los personajes, los diálogos, las interpretaciones, la historia que cuenta... todo eso suena realmente bien. Al menos sobre el papel. Los realizadores necesitan ingeniárselas para superar las limitaciones de presupuesto. Sin embargo, no todas las películas pueden ser El mariachi. El problema es que hay tener talento. Y éste no sobra, y menos en el cine español.

Querido, amado y venerado lector: sé que muchas veces apetece refugiarse en el cine patrio. Nada de americanadas, nada de rarezas suecas... lo que apetece es un poco de humor de tortilla de patatas. Eso nos pasa a todos. Pero no por eso hay que dar un chance a opciones a las que se les ve el plumero desde lejos. Tú y yo sabemos perfectamente que aunque la película prometa hacerte pasar un buen rato riéndote, saldrás del cine prometiéndote a ti mismo no volver a ver cine nacional.

El que avisa no es traidor.