Crítica de la película Loreak (Flores) por Iñaki Ortiz

Solo son flores


4/5
22/09/2014

Crítica de Loreak (Flores)
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Uno sale de Loreak con la sensación de haber visto un dramón. Sin embargo, pensándolo racionalmente tampoco ocurren grandes tragedias, más allá de una muerte, que desgraciadamente está a la orden del día. Claro que pensar racionalmente no sirve de mucho en el mundo de las emociones. En el mundo de los hechos, de los datos, no hay demasiados elementos de impacto en la película y ahí precisamente está parte de su fuerza. Solo son flores. Eso dicen un par de veces, y efectivamente tienen razón, gran parte del conflicto de la película se cimienta en la decisión en principio inofensiva, de regalar flores. Goenaga y Garaño hacen así una separación radical entre la realidad objetiva, la que se puede explicar fácilmente a los demás; y aquella que trastorna nuestras emociones y que es más difícil hacer entender. Muchas disputas serían más sencillas al comprender que el objeto de las mismas no es, necesariamente, la verdadera razón de la discusión.

Se consiguen así, algunos de los momentos más emotivos, simplemente con miradas o gestos de aceptación, en los que, sin que haya un verdadero hito argumental, se producen cambios en el interior de los personajes. En cierto modo, es una manera de desarmar al espectador, que está más que preparado con su escudo de seguridad ante los impactos del argumento -lo que vendría a ser la lágrima fácil. Otra cosa es acercarte al dolor de una madre a través de los pequeños detalles de su comportamiento, de cómo está dispuesta a esforzarse por mantener vivo el recuerdo de su hijo, de cómo busca la complicidad en quien sea. Personajes que se engañan a sí mismos para atenuar su dolor.

Como en el anterior trabajo de esta pareja de directores, 80 egunean, en Loreak se trabaja sobre lo cercano. Personajes y conflictos reconocibles, sin grandes golpes de efecto en la trama, sin gritos, sin excesos. Esta contención y esta sensación de cercanía -podrían ser unos familiares- permite acercarse con más intensidad a los sentimientos y a los conflictos internos. Ayuda un buen trabajo del reparto, en especial, el de la veterana Itziar Aizpuru, que transmite una calidez reposada por los años y contenida, dejando entrever una interesante gama de matices. A nivel estético, sin embargo, me parece más interesante que la anterior, más vestida, más preocupada de conseguir el encuadre indicado. Con un gusto contenido a la hora de mostrar las flores. El aspecto formal solo toma protagonismo en pocas ocasiones, quedando en el resto como un fondo que luce pero no destaca. Con un estilo europeo, moderadamente elegante.

La estructura es algo compleja y está bastante bien resuelta. Parece ser una de esas historias de casualidades, pero nuevamente, esto es algo más a nivel emocional, porque los hechos son en realidad más causales que casuales. El nudo se monta más bien en el pensamiento de los personajes. En cualquier caso, los pequeños giros ayudan a mantener la intriga moderada y como en Le Passé de Farhadi, nos llevan a cuestionar la realidad. Más concretamente, a enfrentar la realidad con la visión parcial que tiene de ella cada personaje. Tú cree lo que quieras, nosotras haremos lo mismo. Las acciones y los sentimientos gobernadas, no por los sucesos, sino por la suposición. Hay una diferencia importante aquí con aquella, y es el cierto desinterés por desentrañar la verdad de los hechos.

El tema central, es la memoria. Como en el cine de Ari Folman (Vals con Bashir, The Congress), se plantea la diferencia entre el recuerdo y lo real. En nuestra memoria podemos reconstruir el pasado tal y como hubiéramos querido que fuera. También habla de las maneras de enfrentarse a la pérdida. Desde evitar y esconder el recuerdo hasta recrearse en él -mantener la herida abierta, también representado con el tallo de las flores. El efecto que tiene esto en cada uno y también en los demás, a través de las diferentes actitudes. Construir todo un recuerdo complejo a partir de las propias complejidades mentales más que por el verdadero almacenamiento de los recuerdos. Una automanipulación que bien puede ser involuntaria o, por el contrario, una decisión más o menos consciente de la realidad que uno quiere vivir. Esto, definitivamente entronca con la reciente The Congress. Resulta interesante esta cuestión aplicada a las relaciones: de qué manera la dudosa memoria de una persona puede terminar afectando a otras, de la manera que sea.

En definitiva, una película sofisticada, delicada, sensible, que emociona mientras reflexiona sobre la memoria, sobre el autoengaño y en suma, sobre las relaciones. Un salto de calidad en esta pareja de directores que se presentan como un tándem de lo más prometedor.



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