Crítica de la película Las malas hierbas por Iñaki Ortiz

Talento y pitorreo


3/5
23/03/2012

Crítica de Las malas hierbas
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película El octogenario Alain Resnais no está dispuesto a dar su brazo a torcer a estas alturas. No va a renunciar a algunos de sus temas recurrentes: el recuerdo, la percepción subjetiva, el punto de vista, el tiempo, la arquitectura geométrica. Pero sobre todo, no va a renunciar a romper con la narrativa tradicional que ya se le quedaba corta a finales de los 50.

No tengo nada contra los disparates, el surrealismo, el humor del absurdo. Soy un firme defensor de la brillante  Symbol o de Rubber y su apología de la sinrazón. Me gusta menos la falta de sinceridad con el espectador, las promesas incumplidas. Las malas hierbas tiene un hilo argumental interesante, con intriga y cuestiones perfiladas que mantiene el interés. Lo tiene hasta determinado momento, concretamente la visita al cine del protagonista, punto de inflexión remarcado visualmente como tal en varias ocasiones, que deja lugar a una distorsión de la lógica interna y un crescendo de despropósitos voluntarios que terminan en la coñera frase final. La historia del acoso creciente, el descubrimiento del lado oscuro del personaje, que tan bien se había desarrollado hasta entonces, por más que la película estuviera plagada de extravagancias, se derrumba ante una declaración de intenciones: el desprecio absoluto por la trama como columna vertebral. Se convierte así en un respetable estudio sobre lo irracional, en una representación surrealista de anhelos, ideas preconcebidas acerca de la ilusión de la felicidad y en una gran broma formal. Creo que si el juego es este, se ha de ser suficientemente valiente como para plantearlo desde el principio, creo que no vale usar el hilo argumental para atrapar la atención si después se va a desechar de esta manera. ¿No reasons? Pues no reasons desde el principio, con honestidad. Por otro lado, hay un cierto tedio desde que la historia se pierde hasta que el disparate total suple su lugar - y en definitiva, esto es lo peor.

Dejando a un lado estas consideraciones sobre la honestidad y eficacia del guión, lo cierto es que Resnais demuestra seguir en plena forma regalando secuencias con un estilo adorablemente retro-moderno, es decir, que era rabiosamente moderno hace cincuenta años. Planificación absolutamente personal, evocadoras, psicológica. Incluso después de asistir a la ridícula escena de las acrobacias, cuando se saca de la manga esa secuencia con la cámara volando como un espíritu desde el cementerio hasta las rocas golpeadas por las olas, con la música de un irreconocible Mark Snow, uno siente que está viendo algo intenso, importante, especial. Justo después, Resnais te suelta con la sorna, desfachatez y el pitorreo que sólo un enfant terrible de la nouvelle vague (o quizá también del Dogma) puede conseguir, la frasecita de las croquetas.

Supongo que el mayor problema aquí es que no hay nada más desfasado que un viejo moderno. Con todo, valores interesantes en la película.



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