Crítica de la película Oblivion por Iñaki Ortiz

Tediosamente predecible


2/5
29/04/2013

Crítica de Oblivion
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Oblivion tiene la clásica estructura de ciencia ficción futurista con giro sorpresa impactante y revelador, de esas que estaban tan de moda en los setenta. El problema es que su argumento está trilladísimo, y para colmo, se remarca lo que ya es evidente con explicaciones atronadoramente redundantes. Cualquier espectador mínimamente entrenado es capaz de radiografiar las sorpresas que están por venir desde casi el principio de la película -no exagero. Joseph Kosinski explica todo tanto que la película avanza kilómetros por detrás del público. Y no es que no le importe descubrir las cartas, no, se molesta en intentar encubrir la intriga con algunos trucos tramposos que rozan el absurdo. En definitiva: a la hora de película tenemos una revelación anunciada desde el minuto uno. Y no es solo una cuestión de intriga decepcionante, influye directamente anulando la tensión en escenas anteriores en las que ya nos hemos olido que el peligro fingido no es tal.

Más allá de eso, es mejor no hacer demasiados análisis sobre la lógica interna del guión, pues como trama de ciencia ficción es chapucera y difícilmente sostenible. Aunque quizá lo peor es que Kosinski vuelve a demostrarse como un cineasta frío que no sabe gestionar las emociones.

¿Y es todo malo? Pues no. El planteamiento estético, al menos inicialmente, es radical y evocador en la línea de la ciencia ficción más plástica. Le debe bastante a la geografía primigenia de Prometheus qué a su vez tiene otras fuentes muy anteriores, claro. Supongo que aquí ha sido determinante que el original, una novela gráfica, estuviera creada por el propio director. Además de hacer volar nuestra imaginación hacia mundos extremos, la premisa tiene una lectura mucho más mundana: la pareja aparentemente tan feliz, en una vida programada, donde todo funciona y es bello; mientras uno de sus componentes siente un vacío que se complementa con un enamoramiento intenso. Las decisiones extremas de la ambientación hacen que esta idea sea cristalina como el suelo de la piscina.

Por otra parte, Kosinski vuelve a demostrar buen gusto. Si en Tron Legacy elegía a Daft Punk para hacer la banda sonora, ahora se queda con otro grupo francés de moda, M83, es decir, Anthony González. Si bien no es un trabajo tan deslumbrante como el de Daft Punk, al igual que en aquel caso, el tipo de música del grupo se adapta a la perfección al tono de la película.

Es una pena que con estos elementos, y con cierto buen gusto por la ciencia ficción, Kosinski no sea capaz de desarrollar una historia más sorprendente, menos mascadita, y con un desenlace más afinado. Le sobra mucho metraje y no ofrece nada nuevo.



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