Crítica de la película Carlos por Iñaki Ortiz

Thriller político de acción con estilo


4/5
20/04/2011

Crítica de Carlos
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Vaya por delante que la versión que he visto en el cine está recortada en más del 50% y que esos tijeretazos se notan, especialmente en la segunda mitad, que peca demasiado del síndrome de la sinopsis, pasando de puntillas por los puntos necesarios para seguir la trama. Por lo tanto, mi crítica también es una crítica sesgada, entiendo que es necesario más metraje para que Olivier Assayas despliege su atmósfera, como lo hace en la primera parte, y estoy convencido de que el original es superior.

Y es que aunque el rimto de la película es implacable desde el primer minuto, el director se permite, al menos en las primeras escenas, deliciosos momentos atmosféricos, como la música creciente en su primer viaje a Beirut. Más adelante, se echan de menos, pues gran parte del talento de Assayas se aprovecha en ese tipo de escenas.

Lo cierto es que el cineasta ha conseguido un perfecto equilibrio entre una realización de autor, con su lírica particular; y un cine de artesano con un estilo propio, alejado del ya prefabricado formato post-24. Aplica el ritmo y el dinamismo de este tipo de productos pero sin caer en la imitación, lo que unido, como digo, a la lírica que engrana las escenas de contenido puramente narrativo, consiguen un conjunto muy equilibrado.

Como equilibrada está la mezcla entre cine de acción para el gran público y contenido político que habla de uno de los primeros terroristas de la globalización. Un terrorista ideológico, no atado a una tierra en concreto. Por supuesto, habría que ver cuanto de esto hay en la realidad y cuando de mercenario a sueldo -que en parte se atisba en la película. Pero en todo caso esta cuestión no es primordial, ya que, desde el principio se nos avisa que lo que vamos a ver es ficción. De cualquier modo, una obra política ambiciosa que ofrece un retrato de la situación global de los años 70.

Al igual que Spielberg en Munich, Assayas elige una textura visual que se corresponde con el cine de la época. Lo extraño es que elige música que no está realizada en esos años (posterior, anterior...) rompiendo así una regla no escrita. La música cumple el objetivo de cualquier película que no sea de época: es un apoyo emocional. Una importante aportación del director, con respecto al género, es su mirada estilziada. La imagen de Carlos como una superestrella terrorista, con su leve caída de gafas de sol ante el público, o su boina revolucionaria. La manera en la que asegura, al comienzo, ya contar con un nombre (y no lo dice, claro). Evidentemente hay que reconcer el carismático trabajo del intérprete, Edgar Ramírez.

En definitiva, una película completa y una versión resumida bastante incompleta.



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