Crítica de la película La chispa de la vida por William Munny

La nueva película de Alex de la Iglesia, el que es para mí un muy capaz director, parece que propone más un chiste largo que una película formal, el retorno al tono de comedia de sus primeros trabajos, pero con chiste moderado, gracioso para todos los públicos con actores para todos los públicos, no como aquello fiero y hasta grosero que hacía.

Balada triste de trompeta resulta una película que no se define, que pertenece a varios mundos del género y no termina de ayudar al espectador, viaja a su manera y velocidad, parece que La chispa de la vida puede ser un producto totalmente contrario, un producto a la medida del cine para cualquiera, con un José Mota y un Fernando Tejero (5 metros cuadrados), máximos exponentes de la simpatía de las 22:30 de cualquier domicilio.

¿Se ha tomado un descanso el director vasco? Yo creo que no, creo que simplemente busca desesperadamente salir del antiguo registro y demostrar que puede cambiar siempre y ante cualquier perspectiva nueva. En ese afán puede que entremos en un terreno irregular, un terreno donde a veces se nos exponga a Juan Luis Galiardo, como lo hace ahora,  o donde las tramas aunque sean muy graciosas para él y sus nuevos amigos de la mayor esfera, derivados del mundo al que se ha enfrentado durante sus follones y haceres como director de la Academia de cine, no digan mucho al público evolucionante que queda en las salas.

Al final por este sendero se consiguen grandes listas en la filmografía, versatilidad y premios al final de la carrera, pero se acaba perdiendo público de por medio, Alex, se lo puede permitir, aún se falla poco cuando un film suyo está en cartelera. La comedia que nos presenta, tintada de seriedad, puede que pase peor la prueba tras su primer visionado en sala. El precio de ser siempre original, como todo, tiene un precio.