Crítica de la película I Used to Be Darker por Iñaki Ortiz

Un concierto de rock melancólico


4/5
26/02/2014

Crítica de I Used to Be Darker
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película En la película vemos varias actuaciones musicales, de hecho, se podría decir que es un musical. En una de ellas, muy guitarrera, el sonido instrumental eclipsa en gran parte a la voz. Quizá porque tocan en una pequeña fiesta, lugar poco adecuado para tener un sonido equilibrado, o quizá porque ese grupo está más interesado en generar un sonido especial que en marcar una melodía o mucho menos una letra. Ya os habréis dado cuenta que con esto busco un paralelismo con la propia filosofía de la película. Hay un argumento, sí, pero más allá de la complejidad del mismo, no es, de ninguna manera, el motor de la película. No hay un proceso narrativo tradicional en el sentido de conflicto y resolución. No hay hitos.

Contemplamos un tramo concreto de la vida de los personajes en el que no hay desarrollo. Hay efectos, a raíz de una serie de conflictos que ni se resuelven ni desembocan en nada. Solo vida. La trama importa poco. Lo que si oímos es el sonido de fondo, es decir, la película retrata una serie de emociones, sentimientos, pensamientos casi siempre melancólicos.

En gran parte están transmitidos musicalmente. En varias ocasiones son los personajes protagonistas los que interpretan las canciones -son más músicos que actores, al parecer. Un buen ejemplo es la brillante secuencia en la que él interepreta una canción triste justo después de repartir los instrumentos con su ex -concepto contundente- y termina rompiendo su guitarra, como encerrando así en esa explosión una tristeza que quiere fuera de su cuerpo.

Matthew Poterfield, el director, le saca chispas a una fotografía exquisita de Jeremy Saulnier. Encuadres y colores afinado con un toque de moderna solidez. También saca buen partido a unos actores no profesionales, que como la voz ahogada de ese cantante, no deben tener demasiado protagonismo. Una música que encaja perfectamente con ese tono de puro indie americano, y que reafirma cada emoción, cada retrato de un instante. Una película para ver y escuchar como un concierto de rock melancólico más que como una trama puesta en imágenes.



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