Crítica de la película Promesas del este (Eastern promises) por Keichi

Un nuevo estilo. Los mismos valores


4/5
04/10/2007

Crítica de Promesas del este (Eastern promises)
por Keichi



Carátula de la película Que David Cronemberg ya no es el de antes, era algo que se veía venir desde el estreno de Una historia de violencia. Entonces, muchos de sus seguidores acometieron contra el director, olvidando que a lo largo de su carrera el realizador siempre ha estado inmerso en una constante evolución. Los dramas de su segunda etapa, tan alejados del particular imaginario de sus producciones iniciales, son una clara prueba de ello. Así pues, uno de los principales intereses que mueve al espectador entendido a la hora de acudir al cine a ver esta película es descubrir los nuevos derroteros por los que se mueve este realizador de culto. Otro es sin duda su guión, una historia sobre la mafia rusa residente en Londres y que orbita en torno al diario de una joven prostituta que muere al dar a luz a una niña de padre desconocido. A priori, una temática interesante de la que alguien como Cronemberg puede sacar oro.

La dirección del maestro es igual de brillante que siempre. Aunque pueda resultar un hecho meramente anecdótico, no deja de sorprender al espectador como se las ha ingeniado para que en la escena del desnudo de Nikolai no se lleguen a apreciar en ningún momento sus partes más íntimas. En otros momentos, es tremendamente poderoso y contundente. Como muestra, valga el mismo inicio de la película, con ese estupendo degollamiento en la barbería, no exento de cierta ironía. Su ritmo lento se compensa a la perfección con un metraje de lo más ajustado. La fotografía del film es la propia de una gran superproducción, pero no por ello deja de ser tremendamente elegante, hermosamente fría y lluviosa, como si evocara los ecos de esa Rusia lejana de la que hablan los protagonistas. Supone una tremenda ayuda a la hora de recrear esa Londres casi marginal, un universo poblado de subsuelos donde se reúnen los criminales y la traición parece flotar tras cada esquina.

Las interpretaciones de todos los actores son otro de los puntos fuertes de la película. La caracterización de Viggo Mortensen está especialmente lograda, forjando un personaje que llena la pantalla en todo momento. El actor es pura presencia, un valor a defender cada vez más dentro de una industria dominada en exceso por niños de caras bonitas pero que todavía necesita de tipos duros. Vincent Cassel está más que convincente en su papel de mafioso histriónico, cuya personalidad oscila entre lo sádico y lo infantil. Por su parte, Naomi Watts cumple en su papel de heroína, aunque lejos de otras interpretaciones magistrales como la que llevara a cabo en Mulholland Drive, de David Lynch. De un tiempo a esta parte, parece que la actriz australiana se haya acomodado en un tipo de personaje que limita un tanto su registro interpretativo. En esta película no está al nivel del resto de actores. Pero si alguien destaca por encima de todos estos nombres (con permiso del de Mortensen) es Armin Mueller-Stahl. El intérprete alemán -que ya fuera nominado al oscar por su trabajo en Shine- da vida al líder de los Vory V Zakone, Semyon, de una manera absolutamente magistral. Un fabuloso trabajo de contención, comedidamente poderoso, que coloca a este personaje en la estela de Marlon Brando en El padrino. ¿No resulta tremendamente evocadora de la obra de Coppola la escena de la fiesta de cumpleaños en el restaurante? El resto de secundarios, cuidadosamente escogidos, dan la talla.

También es correcto el guión, obra de Steve Knight, aunque no esté demasiado desarrollado. La historia que se nos narra resulta bastante predecible -sobre todo el pretendido golpe de efecto de la traición a Nikolai por parte de su jefe- a pesar de que siente de maravilla a esa ambigua moral salpicada por el humor ácido que al director le encanta plasmar en todas sus obras. Las referencias a temáticas como la de la explotación sexual se tocan de pasada, pero de manera adecuada. Eso sí, la inclusión del personaje del tío de Anna no aporta demasiado, al margen de ofrecernos algún que otro momento cómico, enlazar a la protagonista con el mundo ruso y darnos una pista para comprender la implicación de Watts en el caso del bebé. El director no se recrea demasiado en las diferentes escenas y el film avanza a un ritmo más que adecuado salvo en su tramo final, demasiado forzado. Chirría en extremo toda la parte del secuestro de la niña. Tan poderoso es el personaje de Nikolai que cuando se desplaza la atención a otros asuntos, el interés del espectador se resiente. Quizás consciente de este problema, el director decide acelerar esta parte final, pero introduce después un innecesario epilogo. No obstante, todos esos pequeños fallos no desmerecen en absoluto el conjunto del film.

Aun podemos apreciar el estilo Cronemberg en algunas de las tomas de Promesas del Este, especialmente en aquellas escenas centradas en temáticas en las que el director ha desarrollado tradicionalmente su habitual estilo entre el surrealismo y el cine de ciencia ficción, aunque en este caso su película no tenga en absoluto pretensiones intelectuales. Lo vemos claramente en las escasas pero contundentes escenas de acción, en las que no se corta a la hora de mostrarnos una violencia grotesca -fantástico ese plano final de la escena de las saunas, en el que se adivina desde un primer momento donde va a acabar la navaja del atacante- y más bien lo intuimos en la breve escena de sexo protagonizada por Nikolai y la prostituta. Pero en otras escenas más tradicionales, Cronemberg también se desenvuelve con soltura. Tal es el caso del nombramiento de Nikolai como miembro de la organización, una escena sobrecogedora acrecentada por la magnifica música de Howard Shore, que realiza un trabajo correcto y elegante, muy en su línea, y que incide en el uso del violín durante todo el film.

Cronemberg profundiza pues con Promesas del Este en la nueva etapa de su carrera iniciada con Una historia de violencia. Si el director ha abandonado definitivamente la estética y las pretensiones de sus anteriores trabajos, es algo que solo el tiempo nos dirá. Lo que es innegable es que, aunque muchos de sus seguidores más acérrimos lamenten que se haya desplazado hacia costas más convencionales, el nuevo thriller dramático de Cronemberg tiene una fuerza innegable. Es un film de calidad que sin duda entusiasmará a muchos de los que antes renegaban de su obra. Puro cine de entretenimiento, pero no del tipo que se acompaña con palomitas.




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