Crítica de la película Siete mesas (de billar francés) por Iñaki Ortiz

Gracia Querejeta vuelve al festival de cine de San Sebastián con una película pequeña, una historia de una mujer con vitalidad con situaciones que no por ser comunes son menos dramáticas.

Una película cuyo argumento es un valor completamente neutro, pues ni aporta interés ni lo resta. Simplemente es un vehículo para que un buen guión construya una buena película. Así que aquí, más que en otros casos, el guión será el punto crucial.

La parte que le toca a los intérpretes no será un problema con Maribel Verdú y Blanca Portillo a la cabeza. Verdú cada vez está mejor, no hay más que ver El laberinto del Fauno. Ahora mismo es, en mi opinión, y especialmente desde que rodó La buena estrella, una de las mejores actrices nacionales. En cuanto a Blanca Portillo, se puede decir que es una actriz eficaz, cuando no tiene que interpretar a un hombre como en Alatriste. Los fantasmas de Goya y Volver son ejemplos mucho más interesantes de su buen hacer. Atrás queda ya la serie 7 vidas. Quiero fijarme también en ese interesante actor que se lucía en Azuloscurocasinegro y que también estaba muy bien en El camino de los ingleses, Raúl Arévalo.

Como directora, Gracia Querejeta ya ha demostrado que resulta una buena profesional. Héctor o El último viaje de Robert Rylands. Seguramente volverá a conseguir una dirección seria y tan elegante como el título, aunque poco original y nada imaginativa. Lo mismo se podrá decir de la fotografía de Ángel Iguácel (La noche de los girasoles).

Así que como digo, el guión es en definitiva lo que casi con toda seguridad va a balancear la nota entre las dos y las cuatro estrellas, no creo que ningún otro aspecto lo haga ni que la valoración sea más extrema. Yo voy a ser optimista, voy a confiar en la propia Querejeta y en David Planell con quien ya trabajó en Héctor. Quiero ver un pequeño drama optimista bien contado y con personajes de carne y hueso. Veremos si se consigue.