Crítica de la película Sólo los amantes sobreviven por Iñaki Ortiz

Vampiros underground


3/5
17/06/2014

Crítica de Sólo los amantes sobreviven
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Jim Jarmusch vuelve a su cine pausado, ajeno al conflicto clásico, contemplativo y muy ligado al romanticismo vintage y a la mitomanía rock. De la misma manera que en Mistery Train se recreaba en la figura de Elvis y en todo lo que le rodeaba -especialmente los lugares, la ciudad de Memphis. Aquí pude ser más importante una referencia a la Motown, y en general a la ciudad de Detroit, que cualquier aspecto fantástico relacionado con los vampiros.

No es especialmente original relacionar el vampirismo con el rock. Recordemos al Lestat roquero de La reina de los condenados. Sin una relación tan directa, también en Jóvenes ocultos vemos una cercanía con ese mundo, tanto por su banda sonora, como por como los vampiros rondan los conciertos. Es una premisa agradecida, pues es un mundo nocturno y muy asociado al placer y a las adicciones. Quizá la mayor aportación de Jarmusch sea destilarlo hasta el punto de convertirlo en el tema principal, dejando las cuestiones fantásticas en un segundo plano. Una de las mayores demostraciones de poder sobrenatural que demuestra la protagonista no es la velocidad o la fuerza, es ser capaz de datar una guitarra Gibson de 1905.

Vinilos, guitarras, viejos aparatos eléctricos, libros antiguos y un gusto general por lo vintage. Contrastes entre la tencología cool de Apple y una verdadera antigualla de televisión para una videoconferencia delirante. Mucho estilo y un cuidado vestuario para el roquero oscuro y la neohippie de regusto exótico. Detroit y Tánger en su aspecto más idealizado. La primera, destartalada, con edificios aislados en un desierto urbano. La segunda, con puertos exóticos y callejuelas misteriosas con aroma a especias. En todo este contexto, y en este retrato de ciertos estilos de vida es donde el director se hace fuerte, usando la cuestión vampírica como un pretexto.

Lo realmente importante no es su instinto depredador, que apenas aparece en algunos momentos contados y que no supone un conflicto real salvo en el caso del transitorio personaje de Ava. Lo crucial es lo cultivados que han podido llegar a ser después de milenios de existencia, la Historia -uno de los puntos fuertes de Jarmusch en su juventud- como parte de sus vidas. Así que, cuando no se están haciendo referencias nostálgicas al coleccionismo, los diálogos toman un cariz filosófico. Este nivel cultural de los vampiros tampoco es nada nuevo, y en concreto, este punto de vista filosófico era mucho más rico e interesante en Addiction de Abel Ferrara. Lo cierto es que aquí muchas de las conversaciones supuestamente elevadas resultan bastante simplonas, más propias de un postadolescente que de un vampiro milenario. Las demostraciones de conocimientos parecen extractos de Wikipedia y en concreto, la idea de referirse a los materiales y animales por sus nombres científicos en latín resulta de lo más barato. En general, referencias científicas obvias y más de una reflexión cogida con pinzas.

Aunque la ambientación funciona muy bien como contexto, con una dirección artística muy afinada, estéticamente no sorprende demasiado. Parece que no solo está representando un mundo muy propio del siglo XX, además lo está haciendo con las ideas de la época. Nada que no hayamos visto, y por supuesto, nada que no nos haya enseñado ya este cineasta. Echo de menos una mayor estilización al nivel del romanticismo material de la obra. Un trabajo de estas características no debería pecar de correcto y mucho menos puede permitirse dejar de sorprender.

Pocos actores, pero bien elegidos. Mención especial para las dos presencias femeninas. La siempre excelente Tilda Swinton vuelve a conseguir una imagen imponente. Pero ojo a esa Mia Wasikowska, que se está volviendo una experta en papeles viciosos y retorcidos, con una gran terna de papeles recientes: esta vampira caprichosa, la oscura sombra de Hollywood en Map to the Stars y la violenta jovencita de Stoker.

En definitiva, una bonita caricatura, más desde el cariño que desde la sátira, a una pareja de modernos -modernos retro, lo que paradójicamente los convierte aun en más modernos- con buena dosis de melancolía y nostalgia que encaja perfectamente en el tono clásico del vampirismo, que tanto se lleva ahora. Quizá resbala un poco hacia el final, al otorgarle importancia a su sed de sangre, cuando desde el principio, ha importado más que su música se mantuviera en coordenadas alejadas del mainstream.



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