Crítica de la película De óxido y hueso por Iñaki Ortiz

Violencia emocional


4/5
23/12/2012

Crítica de De óxido y hueso
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Muchos cineastas se regodean en lo más crudo, en la miseria, en la violencia. Jacques Audiard también lo hace, pero lo lleva a un punto más allá, a un nivel de una contundencia emocional demoledora. Cada vez que uno de sus personajes golpea, parece estar haciéndolo con toda su alma, volcando todas sus frustraciones, traumas, penas. No pelean con las manos, sino con las entrañas. Y, en concreto, en esta última película, lo podemos apreciar en la escena del hielo, con los nudillos golpeando en carne viva, no para romper una capa de hielo, sino luchando contra la mayor de las adversidades. Personajes en el fango, que parece que han tocado fondo pero aún resisten con la mayor brutalidad para no caer aún más abajo. Luchadores. Antihéroes que llevan el villano dentro: aquí son las cámaras de seguridad, en De latir mi corazón se ha parado eran los desahucios. Los protagonistas deben cargar con su propia vergüenza.

Todo en el cine de Audiard es energía. Está en sus personajes, pero sobre todo en su manera de rodar, con unas ganas increíbles. No deja ni un solo plano sin cuidar, sin aportarle su particular estilo. Se me ocurre un plano del camión, simple escena de transición para indicar el viaje. La cámara está atrás, pegada en una esquina del camión, justo detrás de una lona medio suelta hondeando con violencia al viento. Hasta en esa transición hay una atmósfera de violencia, porque ese viaje no es simplemente un desplazamiento, es un momento relevante, como todos los demás.

No es un guión perfecto, hay un par de giros demasiado forzados, demasiado convenientes para el guionista. Es cierto. Pero por otra parte nos regala una atípica relación de amor, sin clichés románticos pero de un fondo potentísimo y enternecedor. Además, es capaz de contarnos una historia cruda, terrible, impregnándola al mismo tiempo de cierta idea optimista sobre la capacidad de lucha del ser humano. Un ejemplo, entre tantos, lo encontramos con él, casi vencido, en el suelo, y ella serena acercándose como apoyo muy efectivo, como muestra andante indiscutible de lo que es capaz de conseguir la voluntad. Un plano a ras de suelo, porque es donde está la cabeza de él y donde no están los pies de ella.

De alguna manera, su tratamiento tan explosivo de la violencia, recuerda al cine británico, a películas como la reciente Tyrannosaur, pero sin perder los matices sentimentales del cine francés. Una mezcla que da lugar a una experiencia absorbente y sobrecogedora. Se agradece también cierto toque siniestro, sin caer en el excesivo morbo pero con toques bizarros como la protagonista siendo la manager de las peleas, exhibiendo sus taras. Y dejo para el final la inevitable referencia al enorme trabajo interpretativo de Marion Cotillard, pero también de Matthias Schoenaerts. Impecables los dos.



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