Crítica de la película 360 - Juego de destinos por Obi-Wan

Es difícil conseguir  la fórmula ideal para la narración de historias cruzadas. Paul Haggis consiguió muchos premios con su Crash, a base de exprimirnos el corazón con situaciones dramáticas extremas.  Babel o 21 gramos de Gonzalez Iñárritu, con menos cruces de personajes, se acercaba más a la narración convencional, si a Iñárritu se le puede llamar convencional. Personalmente guardo con cariño el film de Robert Altman, Vidas cruzadas, pero es Tarantino con Pulp fiction el rey del cine coral. En general, hay que reconocer que este tipo de películas suelen quedarse a medio camino con las historias, con los personajes, e inevitablemente, con la atención del público.  Nada hace sospechar que este film vaya a conseguir la perfección de la fórmula, ni que vaya a ser uno de los títulos del año.
Dicho esto, sin embargo, hay algo morboso que inevitablemente destaca en este film. Los cruces entre las historias tendrán una premisa clara, dictada por la novela en la que se basa el guión, centrada en las infidelidades. Escrita en 1900 por Arthur Schnitzler, este literato austriaco era un apasionado del erotismo y de la psique humana. Su obra siempre provocó polémica y otros directores, como Stanley Kubrick se fijaron en so obra para adaptarla a la gran pantalla. Su resultado: Eyes Wide Shut.
Para ir mejorando el contexto, tenemos a  Fernando Meirelles en la dirección. Un valor seguro este realizador, que nos deslumbró con la violenta y frenética Ciudad de dios, cuyo nivel no pudieron conseguir títulos posteriores suyos como El jardinero fiel o A ciegas.  En el reparto, todo un lujo, con Jude Law,  Rachel Weisz y Anthony Hopkins.
Un ejercicio de voyerismo vestido de arte, que "no dejará más posos que la excitación de poner en juicio la moralidad de otros". Me pica la curiosidad, morbosamente.