Crítica de la película Charlie y la fábrica de chocolate por Iñaki Ortiz

Está bien que los cienastas tengan su estilo, y que sus películas sean únicas, con firma. Está muy bien que Burton sea el dios de la fantasía visual. Sí, muy bien. Pero estoy harto ya.

Burton hace tiempo que no da pie con bolo. Ha intentado desmarcarse con “Big Fish” para demostrar que sabe hacer otras cosas, y no le quedó nada mal, pero todos sabemos que ahí no está volcando todo su potencial. Lo que no se puede hacer es para evitar eso autoparodiarse.

Porque eso es esta película, una autoparodia de Burton, colorín por aquí musiquilla por allá. Entre tanto uno se pregunta, ¿y qué tal si me cuentas algo de paso? Algo así como una historia. Como “Ed Wood” o como “Batman” incluso, no hace falta que sea la bomba, pero al menos algo para tener de base para cocinar su comida estrafalaria.

Porque esta historia es lamentable, su potencial es cero. Y no me voy a entretener viendo mundos de fantasía que ya he visto, más exagerados y mucho menos certeros.

Y luego está Johnny Deep, un actor con muchas capacidades que pocas veces demuestra. Que se dedica a papeles histriónicos como el de “Piratas del caribe” o esta misma, y sino a papeles de relleno como el de “Finding neverland”. Aquí tendrá un aspecto curioso y todo a su alrededor será muy divertido y chocante. Bravo, vamos todos al cine y después a la guardería a pintar con los rotus de colores y la plastilina, a ver si de mayores tenemos tanta imaginación.

Puag.


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