Si ya no encontré ninguna razón de ser en el primer choque entre aliens y predators, imagináos ahora. Aquella película tampoco creo que fuera tan cara, y sus ingresos, se veía venir, fueron altos. Así que la secuela estaba garantizada.
Y aquí está. Como sucedió con Depredador 2, los bichos se mantienen pero los humanos en apuros, claro, son otros. Ellos y su entorno. Al final, lo que importa ya no es que haya una continuidad o al menos una relación más o menos directa con el producto anterior si no, simplemente, repetir la misma idea, con nuevos efectos, choques y explosiones, para que la maquinaria siga generando dinero en taquilla.
Credibilidad no se le puede pedir a una película de este estilo, sería una tontería. No la necesita, de hecho. Lo que sí podría pedírsele es dignidad, un mínimo de vergüenza, un algo de atención por el detalle y el buen gusto, entendido como respeto al espectador menos tonto.
Pero no caerá esa breva. Esta película sobre dos razas de alienígenas que vienen a la Tierra a darse de hostias, porque sí, porque les parece un sitio chulo, nos va a regalar otra horita y media de auténtica basura. No pienso andarme con medias tintas, ni conceder una absurda segunda estrella. Ni siquiera me voy a detener demasiado a analizar quienes son los hermanos Strause que dirigen este estropicio (dos técnicos en efectos visuales, ¡atiende!).
Alien vs Predator 2 está pensada para generar pasta. Nadie ha dicho que sea una película.