La última película de Sebastián
Cordero, Rabia, cuenta con una atmósfera bien construida,
que responde a unos recursos inesperados atendiendo a la historia. El
personaje de José María, más que en un perseguido de la justicia,
se convierte en una especie de fantasma de la ópera, un espíritu a
la vez vengador (que mata silenciosamente si es necesario) y
protector (como cuando despierta a su pareja para que se salve). Casi
se podría decir, aunque no creo que esta sea una intención
consciente del autor, que funciona a modo de los fantasmas propios de
la protagonista, una extensión salvaje de su persona reprimida, y un
recuerdo de amor perdido al mismo tiempo. Comunicarse con él a través del teléfono es casi un acto mágico. Por otro lado, también hay un paralelismo entre él y los ratones. La manera en la que se esconden ambos en la casa, comen la misma comida y son fumigados. El personaje se hunde en la locura poco a poco en un proceso de ratonización.
Rabia, es un drama social
movido por el thriller y disfrazado de terror. Al igual que
el último Campanella, empuja al público con una trama de género, a la vez que
ofrece problemas internos de los personajes, como contenido más
importante. Cordero muestra una considerable soltura a la hora de
crear atmósferas y se mueve muy bien con la cámara (el derroche de
plano secuencia final lo deja claro).
Los actores funcionan, desde los
excesos físicos del protagonista, hasta la sobriedad y elegancia de
Concha Velasco. Sin embargo, es una película que, sin fallar
especialmente en nada concreto, necesita algo más para enganchar del
todo. El director busca dos elementos de suspense. El primero es la
posible detención del protagonista, pero al haberlo retratado
demasiado posesivo y violento, es difícil identificarse con él. Por
otro lado, la tensión ante lo que pueda hacer él (pretende que nos
identifiquemos con él al tiempo que le tengamos miedo) y tampoco
termina de funcionar, pues sabemos que a su mujer no le hará daño y
lo que le haga al violador no preocupa demasiado. En definitiva, los
conflictos no son lo suficientemente intensos y la película se
contempla más que se vive. Quizá con la excepción de la escena de la fumigación, asfixiante, agobiante y donde no hay más remedio que empatizar con el personaje.
Con todo, una película interesante, con varios géneros y varias lecturas.