La bondad de la película es cuanto necesita para capturarnos, el niño, un vínculo con el espectador, ayuda a contar una historia, que lejos de ser una narración social o de época, es simplemente un entretenimiento muy bien llevado.
Olvidándose de escenas oscuras en torno a la situación histórica de represión, se centra en la parte lúdica del cine, haciendo simpático a un niño, e involucrando al público de manera fluida y poco arriesgada entorno a un verano que a los amantes del fútbol, debido al recorrido de escenas entorno al Brasil del 70, se nos hace rápido y gratificante.
Se trata de una vista atrás sin rasgar ni dañar, sólo mostrando, de manera muy nacional, propia, que habrá caído sin ofender demasiado, que habrá provocado miradas poco tensas, para dedicarse a la infancia, la perjudicada, la eterna miserable en estas cuestiones.
Una melancólica pero positiva película en la que lo último que recuerdas es el destino final del padre, de ahí que simplemente sea un ejercicio fino de buen cine sin aspavientos, aunque algo más de crudeza, algo más de canallismo político la hubiera enriquecido mucho más, sin ningún lugar a dudas, en ese contraste feliciano.